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Pero ¿se prestarían a venir Mari Pepa y su hija, no obstante sus buenos y caritativos deseos? ¿No les arredrarían los obstáculos de la nieve y del frío, de aquel frío como no le había sentido yo ni en Rusia quizás, por no haber en Tablanca otro recurso que el de la cocina y un mal brasero para combatirle? ¡Mal conocía yo los alientos de las señoras tablanquesas!

Vinieron con ellos á las espadas; los hicieron retirar huyendo, quedando dellos 43 muertos en el mismo lugar que embistieron, sin otros muchos que mataron en el alcance. El otro cuerno izquierdo suyo, que venía á dar por la parte derecha del escuadrón nuestro, y la media línea, que venía á dar con el frente dél, viendo el mal suceso de los primeros, se retiraron sin osar llegar á las manos.

Ya habrás notado que no escribo muy mal tu idioma y hasta que he imitado y casi traducido en sanscrito versos de Goëthe. No ignoro tampoco las literaturas francesa, inglesa y de otros pueblos.

Que tus cordeles me amarren, Que tus uñas me desgarren Sombrío genio del mal! Que un fanal Alza otro genio divino, Alumbrándome el camino Que cruza el alma inmortal! Poeta, que cual sombra fugitiva Cruzaste por el valle mundanal, Duerme, mientras un hombre á tu sepulcro Llega á entonar un himno funeral.

Acostumbrado Arturito a las exquisiteces, primores y alambicadas quintas esencias de las mujeres de París, volvió muy desdeñoso, encontrando a sus compatriotas feas, zafias y mal vestidas. En ninguna de ellas descubría un átomo de chic.

El mismo Almirante contaba a sus amigos cómo en los puertos de la Península había encontrado viejos marineros que navegando hacia Poniente columbraron señales indudables de nuevas tierras. En Puerto de Santa María había hablado con un «marinero tuerto» que, cuarenta años antes, en un viaje a Irlanda, alejado de esta isla por el mal tiempo, vio una gran tierra que imaginaba fuese la Tartaria.

Todos los escolásticos reconocieron esta línea; pero así ellos como muchos otros emplearon un lenguaje que mal entendido, era muy á propósito para contribuir á borrarla.

Tiras y recortes de glasé, de las más extrañas secciones geométricas, cortados al bies, veíanse sobre el baúl esperando la mano hábil que los combinase con el Mozambique. Trozos de brillante raso de colores vivos eran los toques calientes, aún no salidos de la paleta, que el bueno de Bringas vio diseminados por toda la pieza, entre mal enroscadas cintas y fragmentos de encaje.

Su tez blanca tenía una palidez, una frialdad de colorido que delataba la vida en la sombra, la ausencia de toda emoción; sus ojos se abrían mal, como si despertaran de un largo sueño; no era ni alta ni pequeña, ni delgada ni gruesa; con un talle indeciso que necesitaba definirse y formarse; se le decía ya que era muy bonita y yo lo repetía de buena voluntad sin fijarme y sin creerlo.

Pero en medio de tan mal tratamiento, nunca daba treguas al trabajo, y esto con tal alegría de su espíritu, como si el cuerpo se mantuviese con el pasto espiritual del alma, hasta que postrada totalmente la naturaleza, no pudo volver en , por más medicamentos que según la posibilidad del país le procuraron aplicar sus compañeros, que le amaban tiernamente; con que no bien cumplidos dos años en estas Misiones, pasó al eterno descanso para recibir el galardón de sus apostólicas fatigas, en el mismo pueblo de San Joseph, el día 1.º de Marzo de 1702.