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De Pas le tenía a él por un grandísimo majadero, pero le tributaba la cortesía que empleaba siempre en el trato, sin distinguir entre majaderos y hombres de talento. ¡Oh, mi señor don Fermín! cuánto bueno.... Llega usted a tiempo, amigo mío; el primo está inconsolable. ¡Buen día de su santo!

«Tenían razón en este punto aquellos necios, llegó a pensar Ana; no escribiría más». Pero ella se vengaba de las burlas, despreciándolas y desdeñando los obsequios de aquellos que su orgullo tenía por majaderos aristocráticos. Admitía el culto que se tributaba a su hermosura, pero como algunos hombres eminentes desvanecidos, uno por uno despreciaba a los fieles que se prosternaban ante el ídolo.

Sobre la pobre Rafaela cayó un diluvio de aguacates, tomates, naranjas, bananas, cambucás y mantecosas chirimoyas. Rafaela estaba dotada de un estoicismo, no sólo a prueba de fruta, sino a prueba de bomba. Sufrió con calma el descalabro y hasta lo tomó a risa, calificando de majaderos a los que suponían que cantaba mal y de hipócritas a los que censuraban sus evoluciones y meneos coreográficos.

Había publicado el guerrillero una proclama extravagantísima, en cuya cabeza se veía un grabado representando a Pepe Botellas cayéndose de borracho y con un jarro de vino en la mano, y el estilo del tal documento correspondía a lo innoble y ridículo de la estampa. Sin embargo, por esto mismo le elogiaron mucho y le dieron un mando. ¡Achaques de España! Estos majaderos suelen hacer fortuna.

Maltrana sufrió en silencio estas palabras de su tío, que aún le parecieron más molestas en presencia de su tertulia de majaderos. Sin embargo, fingió una sonrisa pensando en el dinero que podía darle. Creo continuó el Ingeniero que ha llegado para ti la hora de... vámonos.

A este programa continuó el sabio , siguen, como usted ve, unos versos, tontos y malos, como todo lo que pueden escribir estos majaderos villavejanos; a los versos, un sueltecillo sobre policía urbana; al suelto, más versos, detestables también; y así alternando versos chabacanos con gacetillas mías, concluye la tercera plana, y comienza la cuarta con esta noticia que voy a leer a usted, y dice así: «Percance grave: El jueves último salieron a voltejear fuera de la bahía, como lo tienen por costumbre, en un balandro de recreo, un joven muy conocido, de esta población, y una linda y elegante señorita forastera que reside en sus inmediaciones.

Por lo visto no; porque entre los casos de excepción citan «los prebendados de oficio» y traen a cuento no qué disposiciones de los Papas.... , ya ; un Breve de Paulo V y dos o tres de Gregorio XV. ¡Majaderos!

Gener, son una caterva de majaderos, criminales y bellacos los que triunfan, se encaraman y lo gobiernan todo, mientras que los superhombres andan por ahí desperdigados, con poquísimo dinero, sin poder y sin influjo, y tal vez haciendo observaciones y experiencias, y escribiendo librotes que casi nadie lee. ¿Y cómo ha de leerlos nadie cuando la sociedad gime hoy, según el Sr.

Los afortunados, cuando los hay, se guardan muy bien de decirlo; porque si los hubiera, lo publicaran, serían unos majaderos; y la marquesa tiene sobrado buen gusto para que, resuelta a perderse, se dejara caer en tales manos. Eso me parece a también. Y eso es lo que debe parecerle a usted, porque es de sentido común.

Mi catedral no es una majadería, sino á los ojos de los majaderos, doctor Desmarest; por otra parte yo defiendo mi derecho, combato por la justicia: esos bienes me pertenecen; se lo he oído decir á mi padre más de cien veces, y jamás pertenecerán, por mi voluntad, á personas tan extrañas en definitiva á mi familia, como usted, mi querido amigo, ó como el señor, agregó designándome con un signo de cabeza.