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El odio al guiri, al español de pantalones rojos llegado de las más lejanas provincias para expulsar al rey legítimo, pasaba como una herencia de generación en generación. Todos los hombres de edad madura que ocupaban la plaza habían vestido, seguramente, el capote de los tercios guipuzcoanos y se acordaban del monarca de las montañas, con su gran barba negra y la boina blanca sobre los ojos.

Tienen dentro granos grandes como las habas, y entre los granos cierta pulpa negra, que sirve para purga suave, y se vende en las boticas. El color de la caña, estando madura, es negro como el de la pulpa. El árbol Taruma es cierta especie de olivo silvestre. Su tamaño el mismo que el de los olivos con poca diferencia, y aun la hoja no es muy diferente.

»Estando en estas y otras muchas razones, llegó un moro corriendo, y dijo, a grandes voces, que por las bardas o paredes del jardín habían saltado cuatro turcos, y andaban cogiendo la fruta, aunque no estaba madura.

Clementina hubiese podido casarse fácilmente; era muy rica, no muy madura y muy agradable para los que no temen á las mujeres del género granadero. Pero ninguna proposición la encontró bien dispuesta. ¿Quién sabe si creía que á fuerza de malas partidas habría de traer á buenas á Roussel y tener la dicha triunfal de verle á sus plantas humillado, arrepentido y barón?

Pero he aquí que al entrar una de las veces en el vestíbulo escucha voces acaloradas de dos personas que disputaban con sobrada viveza. Eran dos caballeros, uno de edad madura, el otro joven. En torno de ellos había un grupo numeroso que escuchaba la discusión. Versaba ésta sobre los méritos de la obra. El viejo la atacaba: el joven la defendía.

Un momento después penetró en la sala, pisando tímidamente, un aldeano de madura edad, con la chaqueta al hombro, barba de quince días, y dando vueltas en las manos á un mugriento sombrero que solamente cesaba de girar cuando el aldeano sacaba una de ellas de la arrugada copa para retirar hacia atrás las ásperas y encanecidas greñas que le caían sobre los ojos. Tengan ustedes buenas tardes.

Y, sin embargo, lo declaro ingenuamente: Pereda y yo nos hemos llevado en esta ocasión un solemnísimo chasco. Pedro Sánchez ha parecido, no ya a la masa de los lectores, sino a los críticos más agudos y perspicaces, la más novela entre las novelas de Pereda, la mejor compuesta y aderezada, la más grave y madura en el pensamiento, la más apasionada en los momentos de pasión.

Las mujeres, los niños y los pocos hombres de edad madura que habían quedado buscaban refugio en el pórtico de la iglesia. Desde allí seguían con ojos ansiosos las peripecias del combate. Los niños enardecidos alentábamos con gritos á los nuestros. Costaba gran trabajo á las mujeres sujetarnos para que no volásemos al medio de la pelea.

A juzgar por la esposa de su amigo, excelente mujer de su casa, pero cuarentona más que insignificante, su amiga la señora Liénard, debía ser ya una mujer de edad madura y de trato poco agradable. Delaberge veíase ya discutiendo con una pleiteante campesina y esta enfadosa perspectiva le ponía de mal humor.

Mientras caminaba hacia Rosalinda, se entretuvo en edificar una vez más ese quimérico refugio en que soñaba abrigar su edad madura. «Seguramente pensaba, enamorarse a mi edad se presta un poco al ridículo, pero no hay duda que la señora Liénard realizaría cumplidamente mis ideales.