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Las fuentes primitivas, el lib. I de los Macabeos, cap. 2-7, y Josephus antiquit. jud., 12, 6-10, son muy conocidos. Consultad, acerca de las comedias últimamente mencionadas, el libro citado de V. Schmidt. Consultad á Zosimus, lib. I, págs. 36 y siguientes; Zonaras, lib. XII, págs. 633 y siguientes; Eutrop., lib. IX, cap. 13, y á Gibbon, cap. Ved á Diodorus Siculus, II-4; Aelian.

Don Joselito, maestro de primeras letras, verboso y entusiasta, que presidía el comité del distrito, era un joven de origen israelita que llevaba a la lucha política el ardor de los Macabeos y estaba satisfecho de su morena fealdad picada de viruelas, porque le daba cierta semejanza con Dantón. El Nacional oíale siempre con la boca abierta.

De mi familia fue también el glorioso pontífice que infundió en el ánimo engreído y triunfante del Macedón Alejandro, súbito acatamiento y saludable temor de las cosas divinas. Alguien de mi familia combatió gloriosamente por la patria al lado de los Macabeos y derrotó al rey de Siria Antioco Epifanes.

Y no me repliques más, que en sólo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente déste, que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos, y a Cástor y a Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo.

No pudo terminar la historia de los Macabeos que tenía a su cargo. Se le puso un nudo en la garganta, le zumbaron los oídos y todo el lado derecho de la cabeza se quedó de repente frío y el cutis pálido. Se ponía enferma de vergüenza. Tuvo que salir de la Iglesia. El desparpajo de otras oradoras precoces hizo olvidar la escena triste y desairada de la niña pusilánime, que había salido llorando.

Ve pensando mientras yo recuerdo estos sucesos que puedo demostrarte, en que pobre choza o en que miserable zahurda estaba metida entonces tu desarrapada y salvaje parentela. Las brutales persecuciones de Demetrio Soter, después de la funesta batalla y de la heroica y gloriosísima muerte de los Macabeos, movieron a mi familia a emigrar a España.