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Luego apretaba la mano de Fernando con más fuerza, mirándose en sus ojos. Viejito mío, di que me perdonas... ¡Ay, si quisieras! ¡si quisieras! Otra vez despertó en ella el deseo de la fuga. Hablaba de esto sin recato, como si el hermano no pudiese oírla. Aquel infeliz no existía para ella: lo despreciaba.

MERLÍN. ¡Á se me ha faltao! CLETO. ¡Yo quiero lo que es mío! DON SILVESTRE. Por eso te vas á llevar un par de guantadas. CLETO. ¿Lo oye usté, señor alcalde? Visto, que el único testigo que presenta del caso sabe tanto como el Cleto Rejones.... MERLÍN. Pido la palabra. ALCALDE. ¡Silencio!

Conoció Pepita el egoísmo rudo con que había hecho cómplice y punto menos que autor principal de su falta al padre vicario, y le habló de esta suerte: No se aflija Vd., padre mío; no se aflija usted, por amor de Dios. ¡Mire Vd. si soy perversa! ¡Cometo pecados gravísimos y quiero hacer responsable de ellos al mejor y más virtuoso de los hombres!

»Magdalena y yo estábamos conmovidos. Teníamos hambre, porque desde la mañana no habíamos comido nada, y aquella pobre criatura, aquel niño infeliz, de menos edad y más débil que nosotros, no había probado bocado desde el día anterior. » ¡, que son muy desgraciados! ¡Dios mío! exclamó Magdalena con los ojos arrasados en lágrimas.

EVARISTA. ¿Pasamos a casa? PANTOJA. No: déjeme usted que respire a mis anchas. En la iglesia me ahogaba... El calor, el gentío... EVARISTA. Haré que le traigan a usted un refresco... Balbina! PANTOJA. Gracias. EVARISTA. Una taza de tila... PANTOJA. Tampoco. EVARISTA. No hay motivo, amigo mío, para tan grande aflicción.

Pero, ¿qué sucede? preguntó temblando Antoñita. Sucede que Amaury te ama y que amas a Amaury. Los dos lanzaron un grito de sorpresa, y quisieron levantarse. ¡Tío mío! dijo Antoñita. ¡Señor! exclamó el joven.

ALVAR. El mío pongo a tus pies, Pero no has de permitir Que quede en mala opinión. NARV. ¿Sobre qué fué la cuistión? ESPIN. No se la mandes decir, Que es parte y dirá a su gusto. ALVAR. Yo diré mucha verdad; Y el que más. NARV. Paso: acabad, Que ya recibo disgusto. ESPIN. Oyeme, señor, a . NARV. Ni Alvarado ni Espinosa Me han de hablar ni decir cosa; Páez lo cuente.

»Amo a Magdalena, padre mío, y no podría vivir si usted o Dios me separase de ella. »Su adicto y agradecido pupilo »Amaury de Leoville

Uno de aquellos pisaverdes contaba noches atrás en el Casino, coreado por las carcajadas de sus amigos, cómo en el momento crítico de estar espetando una sentida declaración de amor á la gentil aldeanita, ésta se bajó repentinamente para llevar la mano á un pie exclamando: «¡Dios mío, qué daño me está haciendo este zapatoNo importa.

Bien sabe vm., señor, los peligros que corre una muger vinagre que lo es de un médico: aburrido el mío de los rompimientos de cabeza de su muger, un dia para curarla de un resfriado le administró un remedio tan eficaz, que en menos de dos horas se murió en horrendas convulsiones.