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Cuando con acento de amargura se lo dije a Gloria, ésta se echó a reír locamente. ¡Pobrecillo mío, ya te ha caído el cuadro sobre la cabeza! Consuélate, hijo, que tu Gloria ha vertido muchas lágrimas sobre otros parecidos. ¡Qué hombre más apestoso! Cuando niña, en vez de traerme confites, se entretenía en dibujar cuadritos distribuyéndome las horas. De tal hora a tal hora gramática castellana.

No es la muerte la que me espera, sino la vida y el placer... ¡Váyase usted: déjeme sola: él va a venir ahora!... Yo también miré entonces en torno mío, desconcertado: mi mano armada temblaba. Y como en mi mirada había una pregunta, ella la comprendió: ¡Va a venir: soy suya!... La roja llamarada me subió otra vez, más furiosa, a los ojos y a la frente. ¡Cállese usted! la grité.

Te he agraviado en extremo, murmuró Ester. Nos hemos agraviado mutuamente, respondió el médico. El primer error y agravio fué mío, cuando hice que tu floreciente juventud entrara en una relación falsa, y contraria á la naturaleza, con mi decadencia. Por consiguiente, como hombre que no ha pensado ni filosofado vanamente, no busco venganza, no abrigo ningún mal designio contra .

Condor, ¿a que volar hacia la altura, si al lodo de la tierra he de volver...? ¡Qué terrible dolor es este mío: hoy como ayer, mañana como hoy! Como revuelto y caudaloso río de mi destino al fin marchando voy. Calma te pido, padecer constante; calma te pido, inhóspito sufrir: como el héroe al marchar hacia adelante quiero cara al peligro sucumbír.

Después de esto, cuanto hayan trabajado nuestros Misioneros en criar y mantener estas tiernas plantas, no se puede explicar mejor que refiriendo sinceramente, sin añadir nada de mío, algún hecho particular y parte de carta verídica, como lo haré, donde quiera que halle coyuntura, trasladando fielmente los originales con que esta historia quedará más fidedigna y el gusto de los lectores más satisfecho.

Pídele á Dios que se nos conserve Valentín, porque si se nos muere, yo no lo que pasará: yo me volveré loco, saldré á la calle y mataré á alguien. Mi hijo es mío, ¡puñales! y la gloria del mundo. ¡Al que me le quite...! ¡Ay qué pena! murmuró la vieja ahogándose. Pero quien sabe... puede que la Virgen haga el milagro.... Yo se lo estoy pidiendo con muchísima devoción.

Los seiscientos mil duros que tu padre me ha entregado al casarme, como están en fincas producen, según puedes enterarte de los libros, unos veintidós mil duros. El gasto de la casa, sin contar con el mío particular, suma bien tres veces esa cantidad.... Saca ahora, si quieres, la consecuencia.

Pero luego caía yo en un abatimiento tal y tan grande, que no acertaba a guiar la caballería. «¿Por qué se mueren las gentes? ¡Dios mío! ¿por qué? repetía yo. ¿Por qué quieres llevarte a la pobre anciana?» ¡Necio de que no acerté a pensar que la muerte estaba tan cerca!

¡Hola! me dijo ahuecando mucho la voz para pronunciar. Son de un amigo mío. ¿? me respondió, ¡Bueno! ¡Muy bien! Y me echó una mirada de arriba abajo por ver si descubría en mi rostro que fuesen míos. ¡Gracias! repuse, y empezó a hojearlos. «Memoria sobre las aplicaciones del vapor». ¡Ah! esto es acerca del vapor, ¿eh? Vea usted... aquí falta una coma: en esto soy muy delicado.

Esta especie de confidencias íntimas empiezan de esta manera: «Durante los primeros años de mi juventud, empecé a escribir un diario exacto de cuanto me ocurrió a , o en torno mío, con todas aquellas reflexiones que los diversos acontecimientos de mi vida me sugirieren. Después de largo tiempo, perdí esta costumbre, y quemé los apuntes que tenía hechos.