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Si á las cuatro de la tarde no ha terminado todo, les dejo que se maten á solas y me vuelvo aquí. Es la hora en que empiezan las tallas magníficas. Lo de hoy va á continuar. Huyó, sonriendo con lástima de las gentes que se entretenían en cosas menos importantes. Al quedar solo, el coronel tuvo que ocuparse de los preparativos del encuentro. Necesitaba un médico.

Falleció de cólico miserere, y he de decir, en aplauso de Torquemada, que no se omitió gasto de médico y botica para salvarle la vida á la pobre señora.

Durante todo este tiempo el anciano Rogerio había estado contemplando al ministro con la mirada grave y fija de un médico para con su paciente; pero á pesar de estas apariencias, el ministro estaba casi convencido de que Chillingworth sabia, ó por lo menos sospechaba, su entrevista con Ester.

Terminando así: Y aquí, senado famoso, Se da fin á aquesta historia De el honor en la sangría Y médico de su honra.

Si quisiera dinero, habría venido á pedírmelo, y no sería la primera vez... Pero debe haber de por medio algo que no adivino, y que le hace buscar el escándalo, sea como sea. Acababan de ser recogidos los heridos, y la gente los metía en el boliche. Un hombre á caballo salió en busca del médico de Fuerte Sarmiento, que sólo visitaba la Presa dos veces por semana.

¿Qué te ocurre? ¿Quieres que llame? ¿Quieres que vaya a avisar al médico? ¡Salga usted... salga usted! Núñez obedeció al fin. Sin consideración alguna en cuanto traspasó la puerta, Elena dio vuelta a la llave. Luego vino en dos saltos al antepecho y volvió a leer las tres palabras que su marido había escrito con lápiz la noche aciaga en que se apartó de aquellos lugares para siempre.

Sin embargo, en estos últimos tiempos he temido muchas veces caerme en la calle. ¿Tose usted? Hace un mes que tengo una tosecilla seca, y el lunes he esputado un poco de sangre. Me alarmé bastante y fui a consultar con un médico que conocía... ¿La sangre vino en forma de vómito o mezclada con saliva? Nada más que un poquito entre la saliva. Antes, ¿no había usted consultado?

Hará usted bien dijo el médico con zumbona gravedad, recordando las ligerezas de la niña al verse libre en las minas, después de las pudibundeces del colegio. Esos señores son aquí los únicos que pueden cargar con ella. Llegaron á la cantina de Tocino, una casa aislada, de mampostería, con un gran mirador de madera.

Un día, con la frente reclinada en la mano, y el codo en el antepecho de la ventana que daba á un cementerio cerca de la casa, hablaba con el médico, mientras éste examinaba un manojo de plantas de fea catadura.

El movimiento de los muelles tenía para él cierta música evocadora de su juventud, cuando navegaba como médico de trasatlántico; chirridos de grúas, rodar de carros, melopeas sordas de los cargadores.