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Para Juan era una fiesta ir a pasar los domingos y los días festivos en el antiguo hotel de los Aubry de Chanzelles, situado en la calle Vaugirard, frente al jardín del Luxemburgo. Pero el principal atractivo que encontraba allí, era la presencia de los niños de Aubry, Jaime y María Teresa.

Pero, mi querido lector, ahora me acuerdo que, al hablar del palacio de Luxemburgo, he omitido un detalle que pertenece á estos apuntes. Cerca de aquel palacio, se ve un edificio algo sombrío, casi oscuro; una casa que parece un castillo feudal, cuyo nombre le cuadra perfectamente, no tanto por lo negruzco de sus piedras, como por lo que tiene de misterioso, de galante y de aventurero.

Gerardo Lautrec, que estaba sentado a su lado en una silla de tijera, se levantó al verme subir la escalinata. Luciana me ofreció distraídamente la mano y continuó en seguida la conversación interrumpida a mi llegada. ¿De modo que querría usted estar ya lejos de Francia? Adoro a mi país, pero francamente, pasarse la vida en oscilar desde el Luxemburgo al parque Monceau es un poco monótono.

Al fin pasó el ómnibus que va á Luxemburgo por las Tullerías y el Puente Nuevo, y subí al imperial. Me parece que voy sentado sobre la azotea de una pequeña casa ambulante. A los veinte minutos estábamos en nuestro destino, despues de haber atravesado varias calles estrechas que no se parecen en nada á las anchas y bulliciosas del otro Paris.

A fin de calmarse, calculaba que la distancia era grande entre el Luxemburgo y la calle de Artog, donde vivía la señora Martholl, y que, en suma, aquella tardanza no podía ser sino de buen augurio, dado que la visita se prolongaba. La señora Martholl, de la familia Reversy-Jollambeau, tenía gran influencia sobre su hijo.

Se sucedían con atropellamiento los sucesos, todos en una misma dirección: la guerra. Los alemanes invadían el Luxemburgo; los alemanes se permitían avanzar en la frontera francesa cuando su embajador todavía estaba en París haciendo promesas de paz.

Al Louvre, al Luxemburgo; un día el mármol, otro el color, un día a la Grecia, otro al Renacimiento, otro a nuestro siglo soberbio.

El clima es notablemente frio y desapacible, y el país generalmente fértil, excepto del lado de Ambéres, en las márgenes del Escalda. El territorio está dividido en 9 provincias que son: Ambéres, Brabante, las dos Flándes, Hainau, Lieja, Limburgo, Luxemburgo y Namur. Entre todas esas provincias la naturaleza ha establecido una demarcacion muy notable respecto de las condiciones del suelo.

Las Tullerías están situadas entre estos dos mundos antagonistas, como si quisieran participar del recuerdo del uno y de la fuerza del otro, presentándose como un tratado de paz entre ambos. El Luxemburgo es un palacio inmenso, grave, solitario, majestuoso.

En la semana transcurrida, en esos ocho dias de huelga, hemos empleado las vacaciones en visitar el palacio Real, la Bolsa, las Tullerías y el Louvre, el palacio de Luxemburgo, los Inválidos, el Panteon; hemos visto tambien, no sin un grande asombro, los mataderos públicos; el Monte-Pio, algunos hospicios y hospitales, el establecimiento de los locos del Sena; hemos adquirido noticias sobre el movimiento de la poblacion; sobre los casamientos que han tenido lugar en este año; sobre el estado y operaciones de la Caja de ahorros y de la de descuentos, y sobre el fabuloso presupuesto de esta ciudad; sobre sus increibles consumos; sobre el movimiento de su aduana; sobre las sociedades mercantiles existentes en todo el imperio; sobre ferro-carriles, renta de correos, presupuesto general del Estado, comercio, deuda pública y otros detalles estadísticos.