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Si Romeo y Julieta, en medio de sus coloquios y deliquios, «bajo la pálida gracia elísea de las noches de luna» hubieran tenido una palabra hiriente o un concepto depresivo, aquel su estado de gloria se habría interrumpido al instante, y el vivo rescoldo de su amor se tornaría en llamarada de odio, o en triste y helada melancolía, o en torvo rencor, aunque luego desapareciese tal estado de ánimo para retornar al amor.

Nada más extraño durante la noche que ver el espectáculo de esos grandes monstruos tendidos y reflejando luz por los rayos de la luna. Una mañana, todos los maderos bajados del monte, se han agrupado sobre la piedra del desfiladero, al lado de la barricada que contiene las aguas del lago, y sobre la cual cae el agua sobrante en débil cascada.

La Luna mide 11,000 kilómetros de contorno. Su superficie es la 13ª parte de la terrestre; su volumen, la 49ª parte próximamente del de nuestro globo.

El movimiento de la Luna la lleva á su segunda posición, y se empieza á ver desde la Tierra una pequeña parte del disco lunar, que parece una hoz, cuya convexidad está vuelta hacia el Sol, por la parte de occidente.

Pero esto es también exacto para otros muchos puntos de la Tierra, y la razón se comprende sin dificultad. En efecto, la Luna tiene un diámetro que es casi cuatro veces inferior al de la Tierra.

El demonio debe ir suelto por el claustro alto. ¡Cómo me han cambiado a esta gente! Luna adivinaba el pensamiento de don Antolín: entendía sus alusiones al demonio que andaba suelto por las Claverías. Aquel demonio era él. Tenía razón el Vara de plata. Sin quererlo, había introducido la perturbación en la catedral.

El señor Luna, que por ser simple jardinero no podía imitar al cardenal, siguió viviendo; pero todos los días tomaba un disgusto al saber que, por cantidades irrisorias, algunos moderados de los que no faltaban a la misa mayor iban adquiriendo hoy una casa, mañana un cigarral, al otro una dehesa, fincas todas pertenecientes a la Primada que habían pasado a figurar en los llamados bienes nacionales. ¡Ladrones!

En un recodo del muro de la puerta que áun se nombra de Albolut, ó el Estandarte, y en el muro gris se apoya del castillo del Romano, esplendente, brilladora, alta la luna en el cielo bañaba una plaza angosta entre el adarve robusto y una torre altiva y roja, que de sus almenas reales ostentaba la corona.

Beatriz se resistió débilmente; ¡en su labio, humedecido, temblaba una lucecilla azul, una gota de luna! Fue al principio un beso ideal, casi incorpóreo, tomado con el aliento, en la quietud, en la altura, sobre el sueño de la ciudad y las tierras; pero, al pronto, el indeciso contacto acabó por despertar los sentidos, y las bocas se ligaron, se apretaron fuertemente, bajo el masculino furor.

10 Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. 11 Y el SE