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Una lluvia de infamantes latigazos cayó sobre sus espaldas. D. Fruela le había sorprendido, le castigaba y le afrentaba furioso. La jauría de sus podencos y lebreles y sus monteros se acercaban ya. Afrentado el mozo, aunque en edad tan tierna, no reflexionó en el peligro ni en lo desigual de la lucha, y venablo en mano se lanzó contra D. Fruela para matarle.

A pesar de esta prohibición, la cocinera se obstinaba en mandar a la mesa patatas, coles, lentejas, incapaces de producir más que ácido carbónico, celulosa y otras sustancias no menos despreciables e indignas. Sufrió con paciencia algún tiempo. Pero llegó un momento en que la lucha por la existencia exigió de él un rasgo de energía para salvar las circunvoluciones de su cerebro amenazadas.

Os repito, señor barón, que la empresa pudiera muy bien resultar superior á nuestras fuerzas. Esos buques piratas son de primer orden y sus tripulantes gente desesperada, que lucha hasta morir. Pues amigo, os envidio la buena vista que tenéis, contestó el señor de Morel con imperturbable calma, guiñando sus ojillos irritados.

Luego pelean moros y cristianos, y Rodrigo vence á un Rey enemigo, anunciando que, antes de terminar el día, ha de cautivar á otros dos Reyes; á esta lucha sigue un episodio de escaso enlace con la acción principal, para pintar el vehemente y supersticioso carácter del Príncipe.

Trabose una lucha desesperada en el fondo de su espíritu; el dolor y la vergüenza disputaron palmo a palmo el terreno a la necesidad; las tinieblas que le rodeaban hacían aún más angustiosa esta batalla. Al cabo, como era de esperar, venció el hambre.

Pero en aquella lucha recibió Florentino una herida de la que jamás se curó: semanas antes de su primera misa, la mujer que más había amado se casó con un cualquiera, de desesperacion; aquel golpe fué el más rudo que sintiera jamás; perdió su energía moral, la vida le fué pesada é insoportable.

Pero la fuerza del escrúpulo era en ella mucho mayor de lo que sin duda usted creía. Si no, oiga usted... Y Ferpierre leyó en voz alta las páginas de la memoria más significativas. El sentido de las confesiones le parecía esa segunda vez más claro, la lucha de aquella conciencia más grave.

Sin embargo, Cristeta, que todo lo arriesgaba en la partida, se rehizo, y dominando su primera impresión, se aprestó a la lucha. Era llegado el instante de lo que ella, a solas con su pensamiento, llamaba el último acto de su comedia. Lo veremos. Hay mucho que hablar. Un hombre que se ve en mi situación, tiene derecho a... A nada. Te equivocas.

Aquello fue como si un rayo me hiriera en la cara, pues sentí con qué delicias mi corazón acariciaba esas cartas. «¿Qué no daría ella por una de estas hojasme dije en seguida. «Ella que comienza a dudar del amor de Roberto, que lucha con la angustiosa idea de que, si no ha venido, es únicamente porque quiere arrancarla de su corazón

Suiza fué entónces un vasto campo de batalla entre los grandes beligerantes europeos, donde Massena y Korsakof se disputaron el terreno palmo á palmo. La paz de Amiens habia suspendido la lucha, que fué reemplazada por la guerra civil.