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Ay de vošotros guias ciegas, ÿ dezis, Qualquiera ÿ juráre por el Templo, es nada: mas qualquiera ÿ juráre por el oro del Tëplo, deudor es. Locos, y ciegos, qual es mayor, el oro, ò el Templo que šancktifica

Nuestro sol es una hormiga de ese hormiguero, una de esas estrellas. ¿El sol... es una estrella? interrogó asombrada la niña. Una estrella fija. Nosotros damos vueltas en torno de ella como locos. ¡Ay, qué gusto es saber todo esto!

¡Locura que se ha sentado a horcajadas sobre mi corazón! ¡Después! ¡Cuando no tenga más delirio! ¿Pero estábamos todos locos en la casa, o había allí, proyectado fuera de mismo, un eco a mi incesante angustia del después? ¿Cómo es posible que ella dijera eso? ¿Había meningitis o no? ¿Había delirio o no? Luego mi María Elvira...

Pues bien: ¿no se te ocurre que el trasto de su madre puede reclamarlo y metemos en un pleitazo que nos vuelva locos?». ¿Cómo lo ha de reclamar si lo abandonó? contestó la otra sofocada, queriendo aparentar un gran desprecio de las dificultades. , fíate de eso... Eres una inocente.

Una de las visitas que el viajero no debe dispensarse en Rio Janeiro, es la del establecimiento de locos que está situado frente por frente del paseo de Bota-fogo y á orillas del mar.

¡Blasfemia! ¡suposición negra que sólo puede engendrar los celos, que con llamarse celos está dicho que son locos! vos no debíais haber llegado hasta el punto de informaros de lo que pasa en la casa de esa mujer. Tengo el presentimiento de que mi marido está con ella. ¿Pero no sabéis nada de cierto? Sin embargo, esa mujer no estaba en casa... es decir, no recibía á nadie.

Era la más rica heredera de Villazón, y, tan abundante en bondad como en dineros, quiso dejarme en prenda de su cariño toda la fortuna que tenía. Doblemente rico, perdida la ilusión de la dulce vida quieta y santa que acaricié apenas, de nuevo me lancé a los placeres locos del mundo, lejos de mi solar.

9 El que mudare las piedras, tribulación tendrá en ellas; el que cortare la leña, en ella peligrará. 11 Si mordiere la serpiente no encantada; no es más el lenguaraz. 15 El trabajo de los locos los fatiga; porque no saben por dónde ir a la ciudad.

3 Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del loco. 4 Cuando a Dios hicieres promesa, no tardes en pagarla; porque no se agrada de los locos. Paga lo que prometieres. 5 Mejor es que no prometas, que no que prometas y no pagues.

Lo mismo creo, hijo; pero por lo que pueda ocurrir, procura mañana no mezclarte con esos locos, si es que entran en la ciudad. Fermín miraba a todos lados, buscando con los ojos a su hermana. Por fin salió de la casa María de la Luz, sonriendo a su Fermín, acogiendo su visita con exclamaciones de alegre sorpresa. El muchacho la miró con atención. ¡Nada!