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¡Todo el mundo! ¡Todo el mundo lo dice! Pues «todo el mundo» dice mentira. ¿Mentira? ¡Que me azoten en la plaza, y que no lo sepan en mi casa! Usted dirá lo que guste... pero si no es verdad eso que cuentan, usted tiene la culpa de todo, porque le hace usted unos osos terribles.... Noche a noche va usted a oirla tocar.... Allí se está usted horas y horas, en la baranda de la Plaza.

En esta jornada vino Patozi, el cacique de los Moposicas, con gran número de sus vasallos, y se le quejó mucho porque no iba á sus tierras, usando de cuantas artes y modos de ruegos supo para moverle á compasión; con todo eso, aunque el Padre lo deseaba mucho, no lo pudo consolar, por no querer torcer su viaje á otras Rancherías del Norte ó del Mediodía, sino sólo tirar derechamente á Poniente; y reconocida su buena voluntad, le convidó á que le acompañase hasta los Cozocas, que ya tenía á la vista.

Lo miman a uno, se burlan de uno, lo amuelan todo el santo día.

En una de éstas un soldado guiri, ¡maldita sea su casta!, se fue a él derecho con el pincho en ristre.... ¿Qué dirá usted que hizo mi Don Ignacio? no se le ocurre ni al demonio.... Lo apartó con la mano como si apartase un mosquito, y el muy bárbaro abatió la bayoneta y se dejó apartar. Tenía el señorito entonces una cara.... Válgame Dios y qué cara.

3 Mas temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, y caigan de la simplicidad que es en el Cristo. 4 Por lo cual si alguno que viniere predicare otro Cristo diferente al que hemos predicado, o recibiereis otro Espíritu del que habéis recibido, u otro Evangelio del que habéis aceptado, lo sufrierais bien.

Por último, lejos de soltar a Luz, corrió a ponerse con ella delante de un espejo. La marquesa, que sin decir una palabra, aunque expresando un libro entero con los ojos, había estado muy atenta a la escena de los besos, en cuanto vio lo que estaba haciendo Guzmán, le quitó la niña de sus brazos; llamó a la niñera y se la entregó para que la sacara de allí.

Yo pensaba entonces que el escuro perfume de los jardines era vuestro aliento, ¡y mis pupilas, fijas en la altura, querían adivinar lo que sabían y aun saben de nosotros las estrellas!... ¡Yo os adoro, Beatriz!... La niña suspiró otra vez, y Ramiro sintió que su manita buscaba la suya. Sus dedos se entrelazaron, se ciñeron apasionadamente. ¡Cuán dichoso me siento! balbuceó entonces Ramiro.

Pero la hermosa joven vio al mismo tiempo las enormes dificultades que surgían delante de ella al primer paso que intentara dar, las persecuciones de que sería objeto y lo extravagante que parecería su conducta aun a las personas que la amaban.

Por supuesto que repuso el pastor . ¿No le ves lo que le está saliendo del ojo?, ¿a que no sabes lo que es? Será una lágrima dijo Manuel riendo. No es sino un hombre. ¡Un hombre! exclamó Dolores plenamente convencida de lo que decía su hermano . ¿Y quién es ese hombre? No respondió el pastor ; pero como se llama. ¿Y cómo se llama? preguntó Dolores. Se llama Venus repuso José.

-Juzgue vuesa merced, señor, de sus caballerías -respondió Sancho-, y no se meta en juzgar de los temores o valentías ajenas, que tan gentil temeroso soy yo de Dios como cada hijo de vecino; y déjeme vuestra merced despabilar esta espuma, que lo demás todas son palabras ociosas, de que nos han de pedir cuenta en la otra vida.