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Llorando dice: «¡Ay de mi ¿dónde estoy? ¿dónde me veo? ¿ó quién me ha traido aquí? ¡tan cerca lo que poseo! ¡tan lejos lo que perdíLloren al fin entre tanto que no descansa su mal, y obliguen al cielo santo; que no puede ser el llanto á sus delitos igual.

Me doy por satisfecho con el diez por ciento. ¿Que adquieren por un millón?... Cien mil dólares para . ¿Que compran por valor de dos?... Pues doscientos mil. Con eso me retiro á España y dejo de escribir, aunque lloren de pena las nueve Musas. Castillejo juzgaba mediocres mis pretensiones. Ahora trabajaba por hacer presidente á un amigo. Luego le tocaría á él.

17 Entre la entrada y el altar, lloren los sacerdotes, ministros del SE

Acudan presto los médicos y los astrólogos; lloren las hijas, mesen sus cabellos Tarúb y Kalam , Ashifá y las concubinas , las esclavas y los eunucos; enmudezcan Algazzal y Ben Xamrí y todos los cortesanos y maulis lisonjeros; abandone Zaryab su laud enriquecido, y olvide por ahora sus entretenidas aventuras... ¡Paso al cadáver del Amir, conducido al sepulcro mientras consumen las hogueras los restos de sus cuatro últimos mártires !

Un periódico, y no por cierto un periódico aliadófilo, hablando del destrozo de Alemania, decía: «Es inútil que los alemanes pretendan protestar. ¡Que lloren como mujeres lo que no han sabido defender como hombres!...» Parece, sin embargo, que los alemanes no lloran como mujeres lo que no han sabido defender como hombres. Antes bien, lo bailan, lo cantan y lo beben con gran regocijo.

La reina mui alta, plañiendo sus ojos, De lágrimas cubra su noble regazo: Las otras doncellas se fagan retazo Los rostros é manos; é tomen enojos, Las sus vias sean por sendas de abrojos Vestidas con luto de roto pedazo: Las dueñas ancianas la tomen de brazo, E lloren con ella de preces é innojos.

Fagan grand llanto los sus contadores: Con ellos consistan los sus tesoreros, Porteros é guardas, é sus despenseros. Con estos reclamen sus recabdadores, Maestres de sala i aposentadores: E otrosi lloren los sus camareros: Tambien eso mismo los sus reposteros Destrados de plata, é sus tañedores.

He dado mi plata, a los ruegos del viejo que llama a mi puerta y clava sus ojos, ya ciegos, en mi alma al amor siempre abierta. Yo he dado mi plata ¡qué importa! No lloren por los abuelos. La vida es muy triste y muy corta, y hay algo que premian los cielos. Y no ha de faltarme a la mesa el triste mendrugo que he dado; que un ángel de Dios siempre besa la mesa del que es desgraciado.

Ademas, á un rey valiente y enamorado, que en el campo de batalla triunfa como un héroe y en las florestas suspira como un afeminado doncel; á un rey que lisonjea el gusto de un pueblo amante del lujo, de la ostentacion y de la cultura, dándole escuelas y madrisas que le instruyan, jardines y casas de placer que le recreen, embajadores como Al-ghazal que le acrediten de grande y culto á los ojos de la corte de Constantinopla , maestros de música y de modas que le entretengan como Zaryáb , capitanes que le defiendan como Obeydallah , aliados como el emperador griego y el rey franco , y una consideracion superior á la que logran los Beni Abbás; á un rey, por último, que emplea un reinado de treinta años en labrar la prosperidad de sus vasallos haciéndolos cultos, vencedores, ricos, y á su manera felices, no es mucho que estos le celebren y le ensalcen aunque los míseros cautivos giman y lloren.