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Seguramente que a aquellas horas estaba amparando a Juan con su divino poder. Pero de pronto la indecisión y el miedo abríanse paso al través de sus creencias, rasgándolas. La Virgen era una mujer, ¡y las mujeres pueden tan poco!... Su destino es sufrir y llorar, como ella lloraba por su marido, como la otra había llorado por su hijo.

La miró con fijeza y profirió asustada: ¡ has llorado! Llorar, ¿por qué? Felicia la tomó por la mano, la condujo hasta el corredor y repitió con más fuerza: , : has llorado. No, madre, no: se engaña usted respondió Demetria sonriendo. No me lo niegues, hija. ¿Te ha regañado tu padre? ¿Mi padre? replicó la zagala con asombro. Mi padre no me regaña nunca.

Yo misma hubiera puesto gustosa el puñal en su mano; pero, le conozco, ¡infeliz! hubiera llorado como un niño; yo le hubiera muerto de pena, en vez de recibir el merecido castigo; él, con mansedumbre evangélica, me hubiera perdonado, y mi duro pecho y mi diabólico orgullo, lejos de agradecer el perdón, hubieran despreciado más aún al hombre que me le otorgaba.

Una mirada había bastado al señor de Monthélin para conocer que Juana había llorado. No era la primera vez que sorprendía un síntoma igual, en una mujer abandonada de su marido, y tenía por costumbre, no sin razón, augurar de ahí, favorablemente respecto a sus pretensiones.

Se dice, no obstante, que hombre prevenido vale por dos. Fue exacto a la cita y se encontró enfrente de una mujer que había llorado. Señor duque le dijo , he hecho todo lo posible por olvidar las palabras crueles con que usted me abordó anoche. No lo he conseguido del todo, pero ya pasará, no hablemos más de eso. El duque quiso reiterar sus excusas; estaba profundamente admirado.

Me han acompañado a la iglesia cuatro de mis hijas. He llorado al ver las muchachas del pueblo vestidas de blanco, según costumbre en estos casos, entonando cánticos fúnebres, y muchos jóvenes orando con gran recogimiento. Yo espero que Dios habrá oído las plegarias de estas buenas gentes, y se apiadará de nosotros y de mi hermano.

, Elena, he hallado un pobre y le he dado tu pan, que ha llevado como una presa á su bohardilla solitaria, y lo ha hallado bueno; pero era un pobre sin valor, porque ha llorado mucho al devorar la limosna de tus pequeñas y queridas manos.

Pues voy a avisárselo a Carmen para que se alegre, replicó la anciana... ¡si viera Vd. como ha llorado, hermano cura, temiendo que no viniera! ¡Pobre muchacha! Que no tenga cuidado, Gertrudis, que no tenga cuidado. Aquí hay algo de amor, amigo mío, me atreví a decir al cura.

Al volver la primavera, cuando corran murmurando las fuentes, , llorado ahora, resucitarás alegre y besarás á la áurea Afrodite, ¡oh hermoso AdonisLa vida es un mal insufrible si no la interrumpe la muerte. Es menester volver á ella bajo nuevas formas y en nuevos tiempos. No basta una vida, por larga que sea, para alcanzar el complemento de nuestro ser.

Gabriel supo por el Vara de plata que había muerto la madre del curita, y una semana después le vio una tarde en las Claverías. Tenía los ojos enrojecidos, las facciones des-carnadas y con la piel tirante, como si hubiese llorado mucho. Vengo a despedirme de usted, Gabriel. He pasado un mes de penas y de insomnio cuidando a mi madre. La pobre ha muerto.