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Todavía cuando V. subió a llevármela estaba muerta de miedo y por eso cerré tan pronto la puerta... ¡Dichosa muñeca! Me dio tal rabia que la tiré contra el suelo y la partí un brazo. Pues no debe V. tratarla mal; al contrario, debe V. conservarla como un recuerdo. ¿Sabe V. que tiene razón? Si no hubiera sido por la muñeca no nos hubiéramos conocido... ni sería V. mi novio;... porque tengo otro...

Bueno, pues me voy... me duele la cabeza... no estoy para nada.... Pero no se lo digas a mi madre.... Si sabe que dejé el despacho tan pronto... creerá que estoy enfermo.... , , eso . ¡Ah! oye; la licencia para el oratorio de los de Páez, ¿vino ya? . ¿Está corriente, puedo llevármela ahora? Ahí la tienes, en ese cartapacio. ¿Va en regla todo? ¿Podrá doblar el coadjutor de Parves?...

Entre tanto, el buen ingenio había salido de la casa de la Dorotea, pensando para sus adentros, mientras atravesaba las calles en derechura del alcázar, bajo la tenaz lluvia que no había cesado hacia tres días: Esa pobre chica me da compasión y me siento además agradecido; confiésola una gran mujer; deberémosla, por los buenos oficios que nos hace, el salir de este atolladero, sin sacar de él más que el lodo; pero con arrojar en Nápoles las botas, hemos concluído; paréceme que resurrezco, que por envuelto me he dado y á pique de desconfiar de mismo: el médico de su majestad dice que no hay que tener cuidado alguno; que Margarita se encuentra en muy cabal salud... por aquí la divina Providencia ha evitado un crimen... un crimen horrible; Lerma está confiado y sigue durmiendo; Dorotea, aleccionada por le engañará de tal modo, que tendré tiempo para llevarme á los recién casados; después... si mi doña Catalina me ama... vamos, no hay que pensar en ello... llevármela sería tocar á badajo perdido la campana del escándalo... será necesario que se cure, y yo también necesito curarme... el tiempo y la paciencia y la conformidad... bendito sea Dios, que nos ha criado para pelota, en manos de chicos... vamos adelante, vamos... yo haré que la Dorotea se cure... y olvide... doña Catalina olvidará... y yo... yo... ¡bah! ¿qué importo yo?

No puedo negar que, á pesar de haberme infundido este amor verdadero, yo persistía en mi propósito de sacarla de allí violentamente, de llevármela como una cosa mía. No consideraba esto como un agravio, y hubiera matado á cualquiera que, interpuesto entre ella y yo, me la hubiera quitado. Yo supe no me lo dijo ella que existía una persona á quien quería mucho. Esto me desconcertó.

Sus esfuerzos por despertar la conciencia de la moribunda, por conmover su corazón e inspirarle mejores sentimientos, me parecían a la vez crueles y patéticos. ¿Para qué perturbar a aquella miserable bestia humana en su lucha suprema contra la disgregación? ¿Para qué exponerse a hacerla ver el negro abismo en el que estaba ya medio caída? Me aproximé a Elena y traté de llevármela.

Hasta ayer no pude llevármela a mi cuarto, mientras su madre se quedaba con mi padre, y, confieso mi debilidad, señor cura, no pude reprimir un movimiento de repulsión cuando me dio la mano. ¿De modo que ha vencido usted? me dijo en seguida. ¿Tiene usted mis cartas? Aquí están.

Teresa continuó hablando con graciosa volubilidad. Parece mentira que seamos tan amigos ¿no es verdad? ¡Toma! porque me gustó V. mucho. Todavía cuando V. subió á llevármela estaba muerta de miedo y por eso cerré tan pronto la puerta... ¡Dichosa muñeca! Pues no debe V. tratarla mal; al contrario, debe V. conservarla como un recuerdo. ¿Sabe V. que tiene razón?

Sin ti ya hubiéramos conquistado a Europa, y los hombres rojos serían los señores del mundo! ¡Y yo me he humillado ante el jefe de esa raza de perros!... ¡Yo le he pedido su hija en vez de tomarla y llevármela, como hace el lobo con la oveja! ¡Ah! ¡Huldrix! ¡Huldrix!... Y deteniéndose, añadió en voz baja: ¡Escucha, escucha, valkyria! El viejo levantó la mano con aire solemne.

Su situación en aquella casa fúnebre, la tristeza en que vive y se consume, ¿no serán causa de que desee libertad, vida, afectos, todo lo que allí no tiene, ni puede, ni sabe darle ese joven indiferente, ocupado por la pasión política? Confiese usted que la situación era la más á propósito para que yo aspirara á merecer de ella algo más que gratitud. Resolví sacarla de allí, llevármela.

Todavía cuando V. subió a llevármela estaba muerta de miedo y por eso cerré tan pronto la puerta... ¡Dichosa muñeca! Me dio tal rabia que la tiré contra el suelo y la partí un brazo. Pues no debe V. tratarla mal; al contrario, debe V. conservarla como un recuerdo. ¿Sabe V. que tiene razón? Si no hubiera sido por la muñeca no nos hubiéramos conocido... ni sería V. mi novio;... porque tengo otro...