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Guardad... guardad de nuevo esa cruz; llevadla de mi parte á don Juan, y decidle que venga á verme para recibir la cédula real. En este negocio habéis andado torpe... ¡Señor! ¡me sucedían tales cosas! Veamos si habéis hecho otro encargo mío. Os una carta para la madre Misericordia... Y la contestación está aquí... dijo con suma viveza Montiño , la tengo en el bolsillo desde ayer.

¡Ah la hurí! temblando dice; y volviéndose á su gente ¡llevadla! añade vehemente con fiero acento brutal; y aquella voz pavorosa que á los árabes sorprende, su honrada cólera enciende y es del combate señal.

Llevadla ahora mismo le dijo al duque de Lerma; le digo en ella que quiero verle, y cuanto más pronto le vea más pronto podré hablarle de vuestros negocios. ¡Oh, señora! ¡Cuánto os deberé si consigo recobrar mi dinero! exclamó Francisco Montiño. Pues id, id, amigo mío. De todos modos, yo tenía también que ir á ver á su excelencia. Pues adiós. Adiós. Adiós vos también, tío Manolillo. ¡Ah!

Si yo fuere digna de verme libre de ella, ya se habría caído por misma, ó se habría transformado en algo de una significación muy diferente. Llevadla, pues, si así os place, replicó el médico. Una mujer debe seguir su propio capricho en lo que concierne al adorno de su persona. La letra está bellamente bordada, y luce muy bien en vuestro pecho.

Para no hay más que una mujer en el mundo. Contadme por vuestra amiga, por vuestra hermana dijo la joven tendiéndole la mano ; otra cosa es imposible. Pero abreviemos, que ya es tarde. Tomad esta carta y llevadla á quien dice en la nema. «Al confesor del rey, fray Luis de Aliaga. De palacio. En propia mano» leyó el joven. ¿Y en qué convento mora el confesor de su majestad?

Para verificar lo que os digo, coged su sotana, llevadla á la primera barrera del reyno de los padres, é informaos si es cierto que mi amo ha muerto á un jesuita. Poco tiempo será necesario, y luego nos podeis comer, si averiguais que es mentira; pero si os he dicho la verdad, harto bien sabeis los principios de derecho público, la moral y las leyes, para que nos hagais mal.

¿Y qué os dijo fray Luis de Aliaga? Nada. ¿Nada? ; , señora, me dijo algo: Desde ahora servís al Santo Oficio. Volved esta tarde. Como con el Santo Oficio no hay más que callar y obedecer, me fuí y volví esta tarde. El inquisidor general me dió una carta y me dijo: Llevadla al momento á la abadesa de las Descalzas Reales. ¡Ah! ¿traéis una carta para ... del inquisidor general? ¿Dónde está?