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Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre.

Es la tierra de la poesía; desde el hombre de mundo, el político, el militar, hasta el humilde campesino, todos tienen un verso en los labios, todos saben de memoria las composiciones poéticas de los poetas populares. Entre ellos, el dulce «cisne antioquino» Gutiérrez González, se lleva la palma.

Y si tienes en algo lo que lleva ya estampado en sus tablitas de cera, ¡quién te asegura a ti que no será borrado por la impresión de otra cosa, y que esta nueva impresión no resultará llaga maligna y enfermedad incurable?

Mas oro, y plata es lo que lo vale: Y bien es honra, mando, poderío, Cualquiera de estas cosas equivale, Y trae al retortero, al albedrio. Que aunque no sea forzada, empero sale La voluntad de madre como rio, Y lleva á la razon tras rendida, Y á su diccion y gusto sometida.

Cuando el padre, comandante de los voluntarios republicanos, dijo adiós al hijo confiándole la bandera, en unos versos que terminan así: Lleva la palma en la mano Mientras la patria en ofrenda Te da este sudario en prenda... y corriendo hacia la concha del apuntador y mudando la voz llorona en un vocejón estentóreo, gritó cerrando de puños: ¡Viva el pueblo soberano!

Así al darse á la vela la embarcacion que nos lleva, el puerto y las costas huyen á toda prisa; cuando en realidad nada se ha movido sino la nave.

Poco después se ve ya á la barca en alta mar; el Orgullo lleva el timón, y los siete pecados capitales manejan los remos; el Alma, sentada sobre cubierta á una mesa brillante, á la cual cerca un coro de cantores, se solaza con caballeros y frívolas damas.

Mi espíritu muy inclinado á las contradicciones, si bien más aparentes que reales, me ha llevado á decir cuanto va dicho, sobrado extensamente si se mira al objeto que hoy me mueve á escribir, y me lleva en seguida á añadir algo que parece diametralmente opuesto.

Ella está figurando a Venus, con la ligereza de ropas que tal figuración requiere, pero en su soberbia cabeza lleva el morrión penachudo, y a sus pies tiene por tierra la truculenta espada de Marte.

D. Benigno anduvo algunos pasos, y deteniéndose luego, habló así entre turbado y festivo: Pues bien, hija de mi corazón, yo tengo ahora un antojo que quizás usted lleva a mal; a me ha entrado un capricho, una manía.... Qué quiere usted... siento decírselo... quizás se enfade. ¿Qué? Pues es que... que ahora me tocan a los mimos... y, en una palabra, que ya no quiero casarme con usted.