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-Sea el de los Leones -prosiguió el duque-. Digo que venga el señor Caballero de los Leones a un castillo mío que está aquí cerca, donde se le hará el acogimiento que a tan alta persona se debe justamente, y el que yo y la duquesa solemos hacer a todos los caballeros andantes que a él llegan.

Del cual su armada á prisa abastecida De todo el necesario, y sus pertrechos, De la ciudad de Cádiz fué partida, Y á las Canarias llegan bien derechos. Los mas de todos es gente lucida, Algunos con insignias en los pechos, De nobles y lutrosas encomiendas, Y muchos de valor y grandes prendas.

Es lo que ha hecho la civilización liberal, aumentando progresivamente las profesiones instruidas, que eran sólo tres en la civilización cristiana: predicador, abogado y médico, y que hoy llegan a cincuenta y siete, según el cómputo de Hubbard.

Por este navegan con algun cuidado, porque llegan hasta sus márgenes los indios Mbayás corriendo la campaña, los cuales son enemigos de los portugueses, y no pierden la ocasion de matar ó llevar cautivo al que cogen apartado de la flota.

Del mismo modo, parece también que la más cristiana de todas las virtudes cristianas, que es la imprevisión espontánea en el salvaje, deliberada en el anacoreta, es reemplazada por la más anticristiana, que es la previsión, con mayor empuje en los pueblos que llegan más tarde a practicarla.

Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la buhardilla. Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos. De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo. ¿Iríais de buena gana, eh?

Esto por una parte: por otra, que las quejas de los judíos llegarian á sus oidos, como llegan las de todos los vasallos á los reyes. Por mui grandes que sean, debilitadas.

Millares de cargas atraviesan la Pampa, llegan a Buenos Aires, y encuentran... que hacía dos meses que habían bajado de precio, hasta no costear ni los fletes.

En ciertos momentos parecía este palacio del juego un balneario célebre, un Lourdes milagroso. Llegaban, como llegan los enfermos incurables á otros lugares, empujados por la esperanza; pero esta esperanza no era la de la salud, que les dejaba indiferentes.

Con los demás gastos que originó este regalo gastáronse trece mil cuatrocientos catorce mrs. Bien verá usted señor Doctor que no llegan estas comilonas de Sevilla al punto que otras famosísimas, por usted y otros ilustres ingenios dadas á luz.