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Su caballo no llevaba ímpetu bastante y hubiera caído en ella, si el Padre, conociéndolo, no hubiera llegado en sazón, excitando el caballo con el látigo, y con el ejemplo, porque saltó primero.

Los faroles están apagados, los serenos se han ido, las buñoleras no han llegado, las tahonas están cerradas, las tabernas no se han abierto, y un norte glacial barre las aceras, arremolinando en los cruces de las calles las hojas secas, el polvo y los papeles.

Es la baronesita viuda de *. Es una señora que, a fuerza de ser hermosa y amable, a fuerza de gusto en el vestir, ha llegado a ser aborrecida de todas las demás mujeres.

¡Había visto ella tanto de eso!... La ocasión, por otra parte, no podía ser más oportuna: Fernandito había llegado al estado de imbecilidad completa que traen consigo los reblandecimientos cerebrales, y preciso era llevarlo a París a que alguna notabilidad médica intentase el verdadero milagro de despertar un chispazo de inteligencia en aquel meollo huero, que jamás había dado luz alguna.

Al otro día se sabe que el tenor no ha llegado, y si ha llegado es chiquito, negro, bizco... ¿Está malo algún sujeto marcado? Hoy está mejor dice; se ha reído mucho conmigo; una hora he estado con él. Luego se averigua que el que tanto se ha reído estaba ya enterrado. ¿Quién es aquel botarate?

Y en efecto, Juan Montalvo escribe y sus herederos ó sus admiradores y paisanos dan á la estampa, en Bezanson, en 1895, aunque el libro no ha llegado hasta ahora á nuestras manos, nada menos que sesenta capítulos añadidos al Quijote. Acaso el autor, en vida, no se hubiera atrevido á publicarlos. Acaso no pretendió nunca rivalizar con Cervantes.

PANTOJA. Lázaro Yuste, ... Al nombrarle, tengo que asociar su triste memoria a la de una persona que no existe... muy querida para ti... PANTOJA. Persona que no existe, muy querida para ti. Mi madre! PANTOJA. Han llegado los días del perdón. Perdonemos. No la nombran más que para deshonrarla. PANTOJA. ¡Oh, triste de !... No debí, no, no debí hablarte de esto.

Meditó mucho el maestro sobre este particular y había llegado a la conclusión ordinaria de aquellos que piensan sinceramente, a saber: que él era esclavo de sus propias preocupaciones, cuando determinó visitar al reverendo Mac Sangley para pedirle consejo y parecer. Claro que esta decisión humillaba su orgullo, pues él y Mac Sangley no estaban en muy buena armonía.

Hoy ha llegado un músico errabundo.

Cuentan que iba a sus caballerizas a altas horas de la noche, provisto con una linterna y que colocaba en ellas muchas velas encendidas. Había llegado a no poder dormir, y se lo pasaba allí, haciendo chasquear el látigo y mirando los caballos. También se ha dicho que es un milagro que las caballerizas no quedaran reducidas a escombros, con los pobres animales encerrados en ellas.