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Y estando él en Tirsa, bebiendo y embriagado en casa de Arsa su mayordomo en Tirsa, 10 vino Zimri, y lo hirió y mató, en el año veintisiete de Asa rey de Judá; y reinó en su lugar. 11 Y luego que llegó a reinar y estuvo sentado en su trono, hirió toda la casa de Baasa, sin dejar en ella meante a la pared, ni sus parientes ni amigos.

Dijeronle que mas adelante habia un muchacho, que habia estado algun tiempo en una de esas ciudades, y que sabia la lengua de los cristianos: llegó allá el padre, dió con el muchacho, y vió que sabia español, aunque pronunciaba mal.

Llegó Leopoldina Pastor, sofocadísima, con un devocionario enorme en la mano: venía de Misa, porque estaba haciendo en San Pascual una novena para impetrar del cielo una apoplejía fulminante para don Salustiano de Olózaga.

El rumor de unirse las tranquilas aguas de los mares bíblicos con las revueltas que recuerdan grandes epopeyas, llegó poco á poco al extremo Oriente; y el Japón dando el ejemplo avanzó en tres lustros lo que no había hecho en muchos siglos; y el rutinario chino abrió sus infranqueables murallas, rompiendo muchos de los antiguos moldes de sus costumbres, al par que perfeccionaba y daba novedad á las líneas en que modela sus bronces y cerámicas.

Brilló en el río la última ráfaga de luz; la verdosa claridad del aire se tornó en un vago reflejo de color de violeta, ennegrecióse el valle, y llegó la noche. «Así, pensaba yo, así se van las alegres ilusiones, así se desvanecen las más risueñas esperanzas: La vida es un perpetuo dolor.

¿Y qué habéis pensado de la reina? Dejándome guiar de las apariencias, hubiera pensado de ella mal si don Francisco de Quevedo y Villegas, mi amigo, no me hubiera hablado de su majestad bien. Si os guiáis por las apariencias, debéis haber pensado de muy mal. Yo... séquese mi pensamiento, si llego á pensar de vos...

Quedaron apresados el Bahama, que se deshizo antes de llegar a Gibraltar; el San Ildefonso, de 74, comandante Vargas, que fue conducido a Inglaterra, y el Nepomuceno, que por muchos años permaneció en Gibraltar, conservado como un objeto de veneración o sagrada reliquia. El Santa Ana llegó felizmente a Cádiz en la misma noche en que le abandonamos.

Luego, la Pepa no se daba por vencida, y apelaría, y mientras venía el fallo definitivo, ¡cuánto tiempo más perdido! Era preciso, pues, quitar este obstáculo, dar algo a aquella mujer para que desistiera de la apelación, muy poco, una bicoca. Y bicoca fué, que se vendieron las cédulas del Banco y aun llegó a retirarse cierto depósito de reserva.

Con todo, ante esta aventura, que parecía evocada por mis pensamientos, latiome el corazón con fuerza, y vacilé tanto en entrar al salón, que estaba aún en la puerta cuando llegó el cura hecho una sopa, pero contento. Señor cura exclamó yo, corriendo hacia él, hay un hombre en el salón. ¿Y qué hay con eso, Reina? Un arrendatario, supongo. No, no señor cura, es un verdadero hombre.

36 Y cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto de la tarde, se acercó el profeta Elías, y dijo: SE