United States or Cyprus ? Vote for the TOP Country of the Week !


A las veces, después del trabajo, me encerraba yo en mi habitación, o, cediendo a mis inclinaciones de soñador, me iba a vagar por los campos, deseoso de estar solo con mis pensamientos, con el recuerdo de Linilla. Cuando don Carlos me veía salir o advertía que estaba yo en mi cuarto, me detenía o me llamaba. ¿A dónde va usted? ¿Qué hace usted allí? Vengase a charlar con nosotros.

Y con no tratarla nadie que se le cubriese pelo, solas las calvas se la cubría, porque hacía cabelleras; poblaba quijadas con dientes; al fin vivía de adornar hombres y era remendona de cuerpos. Unos la llamaban zurcidora de gustos, otros, algebrista de voluntades desconcertadas; otros, juntona; cuál la llamaba enflautadora de miembros y cuál tejedora de carnes y por mal nombre alcahueta.

Al hacer sonar el recio aldabón de la portalada se quedó asombrado y trémulo. ¿Qué iba a decir? ¿Por quién preguntaría? ¿Cómo estaba él allí, anhelante y resuelto, rendido de rodar por mares y tierras con desatinado afán?... ¿Con qué derecho llamaba en aquella puerta con aire tan firme y arrogante?...

Razón le sobraba al gran Donoso al tronar tanto contra el casino, en su elocuente libro sobre el Catolicismo. Es verdad que siempre ha habido casino, sólo que antes, para los ricos, se llamaba la casilla, y estaba en la botica, y para los pobres, el casino estaba en la taberna.

Lope de Vega llamaba á su Dorotea, que no está en verso, acción en prosa, y Calderón, á la pieza en dos actos titulada El Jardín de Falerina, representación de dos jornadas. Sirva esta prueba para demostrar que la palabra comedia era mucho más absoluta que la de tragedia, comprendiéndose la última en la primera.

Tres días después pudo Margarita convencerse de que su ilustre amiga y madrina se equivocaba por completo... Pedro López había dicho, y millares de lectores lo vieron en La Flor de Lis, que el ángel de la caridad había sentado sus reales en el palacio de la celestial condesa de Albornoz... Fuese o no esto cierto, éralo, sin embargo, que de los cuatro ángulos de la Villa y Corte afluían al palacio preciosos regalos para la kermesse, patrocinada por la dama, que iban quedando expuestos al público con grande primor colocados en los varios salones; por las noches, en uno de ellos espléndidamente iluminado y en torno de una larga mesa cubierta por rico tapiz de tintas oscuras, agrupábase un risueño enjambre de jóvenes doncellas y apuestos donceles así los llamaba Pedro López que, barajados y confundidos, formando parejas, y más pegaditos entre ellas y ellos de lo que la temperatura ordinaria pedía de suyo, dedicábanse a la caritativa tarea de hacer hilas para los infelices heridos del Norte.

Pero ninguno de estos accidentes me confundió tanto como la transformación de su voz, que adquirió cierta sonora gravedad bien distinta de aquel travieso y alegre chillido con que me llamaba antes, trastornándome el juicio, y obligándome a olvidar mis quehaceres, para acudir al juego. El capullo se convertía en rosa y la crisálida en.

Napoleón, en una de sus últimas batallas, colocaba su caballo sobre una bomba; luego pretendía envenenarse en Fontainebleau. Llamaba á la muerte, y únicamente se decidía á vivir, como un fatalista, al convencerse de que la muerte no quería nada de él.

Para aquel salvaje, como le llamaba su hija, la atmósfera de los salones era asfixiante.

Bajo la influencia de sus lecturas sobre la guerra de 1870, llamaba «sitio» á las operaciones desarrolladas junto á París durante el curso de la batalla del Marne. Modestamente señaló un diploma con marco de oro que figuraba sobre el piano, teniendo como fondo una bandera tricolor. Era un papel que se vendía en las calles: un certificado de permanencia en la capital durante la semana del peligro.