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Y se llamó bárbaro, porque recordó que, cediendo á la costumbre tradicional en la familia, que nunca tuvo más correspondencia que la del pleito, había añadido á su amigo una posdata cuyo significado ignoraba éste.

Al anochecer volvieron á bordo los cazadores, habiendo traido 24 jabalies; y se puso el viento de muy mal semblante. Amaneció el viento al OSO muy recio, y luego se llamó al SE de la misma suerte: á mediodia abonanzó, y mandé al contramaestre en el bote á reconocer los bajos de afuera, el que halló canal que sale al SE: al anochecer volví á bordo, y quedaba el horizonte de mal semblante.

Y contestando con otra no menor reverencia á la abadesa, mientras la de Lemos callaba verdaderamente turbada por la situación, dijo: ¡Mi señora doña Angela!... Hace mucho tiempo que sólo me llamo sor Misericordia, caballero , dijo la religiosa con acento severo y agresivo. Perdonad, pero yo busco en vos la dama, cuando voy á hablaros del mundo, cuando voy á sacar vuestro pensamiento del claustro.

En La encantadora Melisendra, este autor, famoso en su tiempo, no contento con los milagros vulgares de sus comedias religiosas, recurrió también á los grandes espectáculos y llamó á la magia en su ayuda.

Luego que el Duque se vió absoluto y pacifico señor de su estado, no trató de cumplir su palabra, pagando lo que habia ofrecido á los nuestros quando los llamó á su servicio, antes bien tratándoles con poca estimacion, les fué maquinando su ruina: cosa al parecer imposible, olvidarse de tan reciente y señalado beneficio, como fué restituirle en su Estado, y reprimir tan poderosos enemigos.

Hace unas noches se despertó sin luz y creyó que se había vuelto ciego; estuvo alborotando, lamentándose é insultándome, diciendo que le había sacado los ojos... Cuando entré con una luz me tomó por el P. Irene y me llamó su salvador... ¡Como el gobierno, exactamente!

7 Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos de la tierra, y les dijo: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal; pues que ha enviado a por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro; y yo no se lo he negado. 9 Entonces él respondió a los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer.

Llamó muy quedito: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ ¿Qué quiere el leñador? dijo el camarón, saliendo del agua poco a poco. Nada para : ¿qué más podría yo querer? Pero mi mujer no está contenta y me tiene en tortura, señora maga, con tantos deseos. ¿Y qué quiere la señora, que ya no va a parar de querer? Pues una casa, señora maga, un castillito, un castillo.

Me llamó la atención desde luego la gravedad que las dos mostraban y el poco o ningún efecto que les causaba la alegría de los demás muchachos.

Sin vacilación de ningún género, con paso vivo y firme se dirigió á casa de su amigo Antonio. Vivía éste en la calle de Enrique de las Marinas, bastante lejos del Campo del Sur, en el piso segundo de una casa vieja y de modesta apariencia. Estaba el portón abierto. Subió por la estrecha y sucia escalera, y cuando llegó á la puerta llamó con los nudillos. Nadie salió á abrirle.