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Pues no repuso el otro soldado ; el hidalgo á quien después del lance llamaba señor el señor Francisco Montiño, es un hombre de provecho; no tiraba más que estocadas, lo vi bien, y se los llevaba delante que era una alegría verlo. Y él llamó su tío al señor Francisco; ¿qué será eso?

Si me la veo delante, digo, y me viene con palabras superfirolíticas... la trinco por el moño y así, así, le doy cuatro vueltas hasta que la acogoto...». Uniendo la acción a la palabra, Mauricia hacía contorsiones violentas, se destapaba, rechinaba los dientes... no pudiendo sujetarla Fortunata, llamó a Severiana: «¡Ay, venga usted!

Ana llamó a Lucía con una mirada, y así que la tuvo cerca de , sin decir palabra, y sonriendo felizmente, trajo sobre su seno con un esfuerzo las manos de Lucía y de Sol, que estaban cada una a un lado de ella, y paseando sus ojos por sobre sus cabezas, como conversándoles, retuvo largo tiempo unidas las manos de ambas niñas bajo las suyas.

¡De Gautet! ¡Eh, De Gautet! llamó una voz desde el puente. ¡Despacha, hombre, si no quieres tomar un baño antes de meterte en cama! Era la voz de Ruperto y momentos después él y De Gautet dándose el brazo cruzaban el puente. Llegados al centro de éste, Ruperto detuvo a su compañero, se inclinó, mirando hacía el foso, y yo me oculté prontamente tras la «Escala de Jacob

Y se dijo: «Esto de la sabiduría es un complemento necesario. Seré sabio. Hipócrates era el maestro de Platón, maestro al cual nunca llamó Sócrates Trabuco, ni le hacía falta. Desde entonces leyó periódicos y novelas de Pigault Lebrun y Paul de Kock, únicos libros que podía mirar sin dormirse acto continuo.

Los amores no ponen gordas a las niñas. La nariz, con esto, se le había pronunciado todavía más. Sólo aquellos ojos hermosos, suaves, inteligentes, persistían en brillar como dos estrellas. La transformación de Venturita, aquella niña que veía cruzar para el colegio, colgada del brazo de la doncella dando saltitos para no perder el paso, le llamó poderosamente la atención.

Melchor lo comprendió y cuando se disponía a insinuarse en el lenguaje agresivo y mudo de una pasión fingida llamó su atención, y la de todos, el viejo Montero, que alzándose a la distancia le gritó: ¡Don Melchor!... y no lo tome a mal: a la «salú» de su futura, la niña Clota, que nos dice Hipólito...

El capitán, por su parte, en cuanto vió al perro fuera del alcance del palo corrió hacia Flora, la llevó al gabinete de su hija María, llamó á gritos á D.ª Robustiana y mientras ésta llegaba él mismo le lavó la herida.

31 Y los llamó Moisés; y Aarón y todos los príncipes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló. 32 Y después se llegaron todos los hijos de Israel, a los cuales mandó todas las cosas que el SE

Llamo causa de Dios a la que en estos momentos representa el rey legítimo y católico en torno del cual se agrupan todos los que se escandalizan de ver perseguida la religión y vejados sus ministros, los que lloran al leer las infames blasfemias proferidas en el Congreso y repetidas diariamente por los periódicos, los que no quieren ver entronizada la impiedad en España, la tierra católica por excelencia, favorecida siempre por Dios con una sola fe y un solo culto.