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No podia humillar mi orgullo, porque para poder mandar algun dia, es necesario primero obedecer, lisonjear y pedir, espiar las ocasiones, multiplicarse a fin de encontrarse en todas partes, y hacerse una costumbre de ocultar la verdad; ved como se consigue el dominar los espiritus cobardes y bajos, y asi son los de los hombres en general.

Severiana la enseñó como un trofeo, reventando de orgullo. «¡Un conejoclamaron media docena de voces... «¡Hija, cómo te has corrido!». «Hija, porque se puede, y lo he sacado por siete riales». Jacinta creyó que la cortesía la obligaba a lisonjear a la dueña de la casa, mirando con muchísimo interés las provisiones y elogiando su bondad y baratura.

Sabiendo que el Cura, el Alcalde y el Recaudador de contribuciones son tres fuerzas ó personas distintas que forman una sola potencia verdadera para dominar el distrito, la diplomacia del paisano consiste en lisonjear, á esas tres entidades, vivir en buena armonía con ellas, ocultarles los recursos de que dispone y dejar que ruede la bola del vecino, sin inquietarse por nada.

Si hubiese robado a doña Sol de Quiñones, y a despecho de la Reina y de todo el mundo, la tuviese a bordo, el caso, aunque pecaminoso, sería digno de él; pero llevar a donna Olimpia, que lo mismo se hubiera ido acaso con otro cualquiera, era triunfo tan miserable, que, en vez de lisonjear su amor propio, le lastimaba y abatía.

Como estos señores, y, sobre todo, los que han bebido en manantiales franceses, han visto que en Francia la partícula de es signo de nobleza, han querido también adoptarla; y como en España no significa absolutamente nada, pueden lisonjear sus oídos con la sonoridad del monosílabo inocente, así como con una cáfila de apellidos, cada uno hijo de su padre y de su madre.

La visita fué corta, pero en ella tuvo tiempo para lisonjear a la niña con muchas palabras delicadas, con efusivos ofrecimientos. La hizo prometer que iría a verla algún día. Si no le gustaba la sociedad, que fuese por la tarde y charlarían un rato solitas. Le enseñaría su casa y algunas labores. La orfandad y la juventud de Aurelia la impresionaban.

Una frase, empero, sobrevive siempre entre nosotros, cuya existencia es tanto más difícil de concebir, cuanto que no es de la naturaleza de esas de que acabamos de hablar; éstas sirven en las revoluciones a lisonjear a los partidos y a humillar a los caídos, objeto que se entiende perfectamente, una vez conocida la generosa condición del hombre; pero la frase que forma el objeto de este artículo se perpetúa entre nosotros, siendo sólo un funesto padrón de ignominia para los que la oyen y para los mismos que la dicen: así la repiten los vencidos como los vencedores, los que pueden como los que no quieren extirparla; los propios, en fin, como los extraños.

Pero, si todo se hace por lisonjear la vanidad de una dama, todo será también vanidad y lisonja, y nada serio habrá en ello ni digno de varón discreto y prudente. Extraños fueron a los sandios enamoramientos que fantaseas los héroes sanos de cuerpo y de alma que hubo en las antiguas edades.

Cuando le preguntaban si era cierto que se casaba con un señorito, sonreía, se hacía la enojada como de chanza, y fingía mirar disimuladamente la sortija.... ¡Casarse! ¿Y por qué no? ¿No éramos todos iguales desde la revolución acá? ¿No era soberano el pueblo? Y las ideas igualitarias volvían en tropel a dominarla y a lisonjear sus deseos.

Hermana replicó Inesita con la mayor sencillez y naturalidad , no trates de lisonjear mi amor propio. No te creo. En todo caso fuiste , y no yo, quien flechó al Condesito: aunque, dejándonos de bromas, lo que debemos creer es que ni ni yo le flechamos. Excitamos su curiosidad por lo mismo que nadie nos conoce. Como es un vago, quiso seguirnos para pasar el tiempo.