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El 17 de abril, nuestra madre vuelve al campo y recibe algunas cartas de España. Me dice que durante el viaje ha sufrido muchos contratiempos, entre otros una tempestad en la travesía de Liorna, al puerto de Rosas, que duró tres días. Momentos después de haber desembarcado en Rosas, se fue a pique el buque que las había conducido.

El cuarto era una liorna: las prendas de vestir se veían desparramadas por el suelo y sobre los muebles; todos los cajones abiertos y el espejo del lavabo tan salpicado del agua de la palangana, que parecía sudar de fatiga; un ligero tabique dividía la habitación en dos: la primera hacía las veces de despacho o pieza de estudio, con una mesa en el centro, en que andaban revueltos los libros y los papeles, advirtiéndose más novelas que textos y más álbumes de fotografías que cuadernos de apuntes; y la segunda, alcoba y gabinete a un tiempo, con el techo muy bajo y las puertas muy estrechas; todo modesto, casi humilde, pero aseadísimo, como que la escoba y el plumero de Pampa hacían maravillas, bajo la inteligente dirección de misia Casilda.

Atilio había nacido en Liorna, recibiendo el mismo nombre de su padrino, un viejo señor italiano amigo del cónsul de España. El recuerdo de su abuelo venía á entenebrecer de vez en cuando la existencia de su pobre madre, resignada y devota.

Conocido es el lindo camino; el encantador semicírculo que forma el Mediterráneo después de haber abandonado la aspereza de Génova, dejado atrás la magnífica rada de la Spezzia y que se engolfa uno bajo los virgilianos olivares de la Toscana. A mitad del camino de Liorna, una costa conquistada al mar ofrece el solitario puertecito que consagra en adelante la encantadora fundación.

En este momento acabo de escribir a mi madre que se encuentra en Liorna preparándose para embarcar con dirección a España, acompañando a la señorita de Orleans. Que tenga un feliz viaje y Dios bendiga las aguas que han de atravesar para que no le sucedan las desgracias que tanto teme. M. de Pierreclos ha sido borrado de la lista de los emigrados y nos ha visitado hoy.

Regresó á España después de recoger en Francia abundante cosecha de dinero y aplausos, y fué saludado en su patria con entusiasmo, cuando resolvió abandonar su carrera, que tantos triunfos le había proporcionado, y se hizo fraile en el año de 1675, ingresando en uno de los conventos de Madrid. Murió luego en Liorna en 1685, en un viaje que emprendió para asuntos de su Orden.