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Volvia, pues, D. Pedro en su viage A España sin haber puerto tomado: Empero á vueltas ya de aquel parage, Que llaman las Terceras, ha acabado. Asì no gozó bien ni su linage, El tesoro que en Roma habia pillado. Dichoso el que atesora allá en el cielo, Que es burla atesorar ac

Toda la Gente de esta Tierra anda desnuda, solas las Mugeres traen de sus cuerpos algo cubierto con vna Lana que en los Arboles se cria. Las Moças se cubren con vnos Cueros de Venados. Es Gente mui partida de lo que tienen vnos con otros. No ai entre ellos Señor. Todos los que son de vn Linage andan juntos. Habitan en ella dos maneras de Lenguas,

Ferran Jimenez de Arenós, caballero de gran linage, y buen soldado, se desavino con Roger sobre el gobierno de sus gentes, y pareciéndole desigual la competencia, se apartó del ejército con los suyos, y volviéndose á Sicilia, pasando por Athenas se quedó á servir á su Duque, que le recibió agradecido, y honró con cargos militares, en cuyo servicio se detuvo hasta que la necesidad de sus amigos en Galípoli le llamó y volvió á juntarse con ellos, aventurando como buen caballero la libertad y la vida.

Y he ya perdido el tino, No se qual es de Oran la cierta via; Ni senda, ni camino, La triste suerte mia Me ofrece; y qué hace al caso? Que aunque le hallase, no hay mover el paso. Virgen bendita y bella, Remediadora del linage humano, Sed vos aqui la estrella, Que en este mar insano Mi pobre barca guie, Y de tantos peligros la desvie.

Desmayóse otra vez Candido al oir este lamentable cuento; pero vuelto en , y habiendo dicho quanto tenia que decir, se informó de la causa y efecto, y de la razon suficiente que en tan lastimosa situacion á Panglós habia puesto. ¡Ay! dixo el otro, el amor ha sido; el amor, el consolador del humano linage, el conservador del universo, el alma de todos los seres sensibles, el blando amor.

Pues aun en este término parece imposible pudiesse disponerse una dama ilustre y discreta á querer tan ciegamente á un pastor, hacerle su secretario, declararle por enigmas su voluntad y ultimamente arriesgar su fama á la arrojada determinacion de un hombre tan humilde, que en la opinion de entrambos, el mayor blason de su linage eran unas abarcas, su solar una cabaña, y sus vasallos un pobre hato de cabras y bueyes.

El tiempo pronuncia la proclama general siguiente: Sepan todos los vivientes Como el linage umanal Se quexa, y mortales gentes Con quexas impertinentes De la muerte temporal Cúlpanla todos diziendo, Quan á priessa y de corrida Los saltea y va hiriendo, Y que apenas van naciendo Quando les siega la vida.

Ella es la que recibe su postrer suspiro, ella la que con solícita ternura baña y lava su cuerpo, ella la que le amortaja en siete blancos y finísimos lienzos, ungiéndole con preciosos aromas la frente, las manos, los piés y las rodillas, ella, en fin, la que, asistida de sus esclavas, le deposita en su lecho mortuorio . Allí yace, en una de las estancias de su alcázar, cubierto con las mismas blancas vestiduras que son el distintivo de su preclaro linage, el sabio, el virtuoso, el victorioso, el afamado Abde-r-rahman, llorado por sus mugeres, sus hijos, sus consejeros, sus oficiales, sus protegidos, sus soldados, sus servidores y esclavos, por todos los que ayer le cercaban respetuosos mostrándole en sus labios la sonrisa del afecto ó de la lisonja.

Sus señores los marqueses de Guadalcázar perpetúan en Córdoba la descendencia de aquel famoso condestable de Castilla Ruy Lopez Dávalos, cuya estrepitosa caida á impulsos de la ambicion de D. Alvaro de Luna cuenta la crónica de D. Juan II. Por redundar en gloria de otro esclarecido linage de Córdoba, será bien recordemos que quien hizo restituir al desgraciado condestable la honra y la hacienda perdidas, fué su criado Alvar Nuñez de Herrera, dechado de lealtad y fidelidad acrisoladas, el cual se dió tan escelente traza en la buena obra que se propuso desde que el condestable se refugió en Aragon, que descubrió y probó haber sido falsificados por el secretario del de Luna todos los documentos en cuya virtud habia sido condenado su señor como traidor á la corona.

Hállase en la Historia del linage y Casa de Córdoba, del abad de Rute, m. s. de la Real Academia de la Historia; en otro curioso m. s. de la misma Academia titulado Antigüedad y grandezas del suntuosísimo y máximo templo de la sancta catedral iglesia antiguamente metropolitana de Córdoba, etc., compuesto para despues reducirlo á mejor forma por Joseph Antonio Moreno, Martin, Velazquez de los Reyes, capellan de la veintena, etc., año 1686; y hállase asímismo en cuanto á lo sustancial en Gomez Bravo, Obispos de Córdoba, lib.