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Tenía una capilla en su casa, en la cual celebraba diariamente la misa; asistía también á todos los actos públicos, en que debía intervenir como sacerdote, y no faltaba á ningún funeral ni á ninguna procesión. Caritativo y generoso, era su domicilio el refugio de los necesitados, y jamás llegó un mendigo á él sin obtener una limosna.

Dices que de limones veinticuatro reales. ¿Pero has mandado traer acá toda la huerta de Valencia? Pues si las medicinas nos costaran dinero, tendríamos que pedir limosna. En fin, póngame yo bueno, y todo irá bien.

Missa aplicamos desde luego por la yntención del dho Capitan don Andres Vandorne, por uia de gratificación de la limosna que por esta escriptura haze a este dho. Convento.

El hospital de Santa Ana, cuya fábrica emprendía entonces el arzobispo Loayza, recibió también una limosna de dos mil pesos, sin que nadie, a excepción del ilustrísimo, supiera el nombre del caritativo. Lo positivo es que quien ganó con creces en el negocio fué don Antonio de Ribera. En Sevilla la estaca le había costado media peseta.

Me escriben que hay señora que da cien pesos de limosna por una misa. ¡Y en España que no pasa nadie de tres pesetas!... Complacíase Ojeda con esta franqueza de don José al comparar las ganancias del sacerdocio en los dos hemisferios. Había hecho bien en embarcarse: seguramente le esperaba allá la fortuna. No es tan fácil, don Fernando; hay mucha concurrencia.

Sólo dos cosas hubo que no ensayase para buscarse el sustento: no pidió limosna ni robó.

Desde su adolescencia había odiado á la hija de doña Mercedes por su orgullo, por la superioridad aplastante que conservaba aun en esos momentos de amor en los que casi todas las mujeres se empequeñecen voluntariamente para refugiarse, como una esclava feliz, en los brazos del hombre. Ella sólo sabía dar su cuerpo en forma de limosna altanera, lo mismo que una diosa.

Allí no nos pidieron limosna, no obstante que en Andalucía, por causas que luego indicaré, hay también en las ciudades y villas gran número de mendigos.

Dios Nuestro Señor a los pobres nos manda tener paciencia para pedir la limosna, y a los ricos les manda tener caridad, y el rico que parte su pan trigo con el pobre, tiene el Cielo más ganado que el pobre que lo recibe y no lo agradece. ¡Es la ley de Nuestro Señor! El caballero se estremece.

La mayor soberbia humana de Nabucodonosor, auto sacramental, del Dr. Mira de Mescua. La mesa redonda, auto sacramental, de Luis Vélez de Guevara. El tirano castigado, auto del nacimiento de Cristo, de Lope de Vega. El premio de la limosna, auto sacramental, del Doctor Felipe Godínez. El caballero del Febo, auto sacramental, de D. Francisco de Rojas Zorrilla.