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En el prólogo de un antiquisimo códice de las Tablas Alfonsinas se leen estas curiosisimas palabras: «Mandó el Rei se juntasen Aben Rajel i Alquibicio, sus maestros de Toledo: Aben Musio i Mahomat de Sevilla, i Josef Aben Ali i Jacobo Abvena de Córdoba i otros mas de cincuenta que trajo de Gascuña i de París, con grandes salarios, i mandóles traducir el Quadripartito de Ptolomeo, i juntar libros de Mentesam i Algazel.

Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo.

Desde entonces empiezan a llegarnos libros europeos que nos demuestran que Voltaire no tenía mucha razón, que Rousseau era un sofista, que Mably y Raynal eran unos anárquicos, que no hay tres poderes, ni contrato social, etcétera, etc. Desde entonces sabemos algo de razas, de tendencias, de hábitos nacionales, de antecedentes históricos.

En los libros son tambien freqüentísimos, y cada dia vemos contender los Autores recíprocamente sobre si es cierta la narracion, ó falsa la cita, y las mas de estas contiendas proceden de la precipitacion del juicio.

Considerando al mismo tiempo que la única y verdadera Lógica es la de Aristóteles, he procurado hacer el principal fondo de la mia Aristotélico, siguiendo la doctrina que este gran Filósofo propuso en los libros Lógicos que antes hemos manifestado.

Edmundo De Amicis, en algunos de sus libros afortunados, ha hablado de la página magistral, la página clásica, la página estupenda que todo escritor debe tener conciencia de haber escrito o poder escribir, para poder así llegar a la posteridad. Una de esas páginas, por ejemplo, es la que se refiere a la «riña de gallos» en el libro sobre España.

-Eso me semeja -respondió el cabrero- a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza.

Y es cosa averiguada, que los Escritores quanto han sido mas famosos, tanto han estado mas expuestos á la falsificacion, porque los codiciosos han publicado varios libros en nombre de algun Autor acreditado, no conteniendo á veces sino rapsodias indignas del Autor á quien las atribuyen.

Por desgracia, la biblioteca de familia no constaba de más volúmenes que los citados y algunos montones de copias de escrituras, y el tutor no quería dar un maravedí para la adquisición de otro libro que el calendario; así es que cuando el joven Seturas, al cabo de dos años, comenzó á fastidiarse de sus libros, que ya sabía de memoria, no pareció en todo el lugar más que un Fr.

Don Carlos era un libre-pensador que no leía libros de santos, ni de curas, ni de neos, como él decía. Pero San Agustín era una de las pocas excepciones. Le consideraba como filósofo. Ana sintió un impulso irresistible; quiso leer aquel libro inmediatamente.