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Al menor descuido, Demetria se escapaba á la cocina y departía familiarmente con las criadas y aun retozaba con ellas. La misma D.ª Beatriz, por sus propios ojos, la vió pellizcar á la cocinera y recibir de ésta en cambio algunos azotes y liarse y triscar como becerras, todo entre groseras carcajadas y gritos reprimidos.

Hoy, en cambio, el duelo es la equivalente de lo que será liarse a garrotazos en el año 2000, cuando, en vez de bastones, los hombres salgan a la calle con unos tubos de goma llenos de aire comprimido, de energía radioactiva, de café con leche o de lo que sea. Sigamos con esto del duelo. Un hombre hace una canallada; este hombre se bate y es un hombre de honor.

Tenía miedo á su entusiasmo: podía sin darse cuenta liarse á golpes con aquel carlismo vergonzante que tanto le irritaba.

Y cuando alguien me desafíe, yo le diré que no me batir, en vez de plantearle el problema de la moral del duelo. Por lo demás, acaso toda la moral del duelo consista precisamente en esto. Cuando todo el mundo llevaba una espada al cinto y sabía más o menos manejarla, batirse en duelo era una cosa así como lo que es hoy liarse a garrotazos.

Su gracia y su hermosura, realzadas por la gravedad de los semblantes; la coquetería de sus movimientos al volver las hojas de los libros llenos de cifras y blasones; el modo de liarse a la muñeca los rosarios que parecían joyas; el inclinar la cabeza sobre el pecho anheloso, mirándose de reojo los pliegues de la falda; alguna tosecilla rebelde, rastro de los escotes del invierno, y alguna sonrisa cautelosa dirigida hacia las laterales de la nave, todo delataba una devoción superficial, elegante, frívola y mezquina; piedad exenta de grandeza, manchada de reminiscencias mundanales.