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Carne pedirán y no palabras. Ved en seguida a los pueblos palmotear, hacer versos, levantar arcos, poner inscripciones. ¡Maravilloso don de la palabra! ¡Fácil felicidad!

Pues ¿puede el rostro mudarse? 515 Pues ¿no se muda y altera, Mudando el traje, el semblante? Conde, Martín dice bien; Porque el varïar tan bien Da novedad á el amante. 520 De mi condición advierte Que me pudren las pinturas, Porque siempre las figuras Están de una misma suerte. ¿Qué es ver levantar la espada 525 En una tapicería Á un hombre, que en todo un día No ha dado una cuchillada?

Déjame acabar esta docena decía sin levantar la cabeza, tenaz en el trabajo, deseosa de no perder un segundo. Maltrana sentíase avergonzado por este sacrificio. En la calle se acordaba de Feli con remordimiento. Era abominable que él pasease inactivo, mientras la pobre joven vivía trabajando en este ambiente de horno.

Como un galgo persigue al través de la verde llanura á la liebre que acaba de levantar entre la maleza, así el héroe de la Braña seguía y apretaba cada vez más al ilustre guerrero de Lorío. Los de uno y otro bando se mantienen suspensos y anhelantes contemplando la carrera de sus jefes, el uno fugitivo, el otro corriendo sobre sus pasos.

Inclinóse para levantar al infeliz y oyó el ruido de los dardos que caían á bordo, semejante al que produce la lluvia de otoño sobre las hojas secas del bosque. ¡Redes de malla á popa! ordenó el barón. ¡Y otro hombre al timón! dijo imperiosamente el capitán.

D. Pantaleón, aunque sintió el disgusto de su hija, sólo vio en la determinación de Llot un fenómeno fisiológico, pero se guardó bien de explicarlo. En el estado de exaltación en que se hallaban los ánimos pudiera levantar un conflicto. D.ª Carolina era la única que sabía a qué atenerse. El presbítero, en su conferencia, había insinuado la palabra dote.

Yo soy aquella labradora humilde a quien , por tu bondad o por tu gusto, quisiste levantar a la alteza de poder llamarse tuya.

La servidumbre se ríe a hurtadillas cuando mando levantar los puentes; sabe que eso es inútil, porque se puede penetrar en el castillo por los muros agujereados. ¡Levantar los puentes! ¡Ja, ja, ja! ELSA. No eres justo, padre; mi Enrique es honrado y noble. ¿No te ha tendido la mano para obtener tu gracia? EL CONDE. , y yo no he aceptado esa mano.

Roberto había hundido la cabeza en sus manos y escuchaba con espanto el lenguaje incoherente de Marta. Poco a poco pareció calmarse, su respiración se hizo más regular y más espaciada; de rato en rato su cabeza se inclinaba hacia un lado para volverse a levantar inmediatamente después, con un brusco movimiento. Un irresistible sueño se había apoderado de él.

Llevaba más de una semana de dulce embriaguez. Jamás había creído que la vida fuese tan hermosa. Vivía en una dulce inconsciencia. La ciudad no existía para él. Le parecían fantasmas todos los que le rodeaban; su madre y Remedios eran como seres invisibles a cuyas palabras contestaba sin tomarse el trabajo de levantar la cabeza para verlas.