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Ya no llovía; pero estaba el mezquino retal de cielo que se veía desde allí levantando mucho la cabeza, cargado de nubarrones que pasaban a todo correr por encima del peñón frontero y desaparecían sobre el tejado de la casa.

Yo he de mostrar agregó, levantando el rostro hacia la lumbre y golpeando con el puño sobre la mesa que aún quedan en la nobleza castellana ánimos capaces de mostrar la vieja valentía.

Al frente se extiende una línea semejante de rocas que orillan la ria y el mar, con multitud de primorosos vallecitos y colinas tapizados de sementeras y casas de campo cuyo núcleo es el pueblo de Santoña, puerto militar y de comercio con unos 1,800 habitantes. Detras se van levantando las montañas en anfiteatro hasta producir las más graciosas formaciones y los mas pintorescos paisajes.

El mismo instinto que le hacía recatarse fue quien hizo avanzar su mano levantando levemente un lado de la misteriosa colgadura. Miró, y sin embargo no sufrió la impresión de momentos antes. Todo era verdad. Ahora comprendía las palabras de don Eugenio, su sonrisa triste, la mirada de conmiseración con que había acompañado su rápida salida de la tienda.

La luz del sol, que se iba levantando, formaba en las ondas rieles luminosos y se diría que penetraba por curiosidad en el seno transparente del agua para iluminar las grutas y los alcázares submarinos que allí se esconden. La costa europea había quedado lejos.

Y el munícipe volvió a su asiento, enjugándose la frente, miró al gobernador con aire satisfecho y dijo a los dos alguaciles: Tenedle bien por la brida. ¿Que quién soy? dijo el extraño caballero levantando altivamente la cabeza, que hasta entonces no se había podido distinguir bien.

No se veía por ninguna parte un libro. Papá, aquí está el señor Sanjurjo. Voy allá respondieron de la alcoba. Y a los pocos instantes, levantando el portier de seda encarnada con greca amarilla, se presentó el conde a medio vestir aún, con un batín de color gris y vivos azules, y pañuelo blanco de seda cubriendo mal la desnuda garganta.

El recurso de dejarlos a solas con su pecado, había producido muy buenos frutos. Poco a poco se habían ido levantando de su caída, y ya le echaban de menos.

Riverita se quedó algunos instantes pensativo y silencioso. Cruzaron por su espíritu las ideas románticas que tienen siempre los jóvenes de corazón, y dijo levantando la cabeza y como hablando consigo mismo: ¡Quién sabe! ¡Cuántas veces nos equivocamos juzgando por la máscara que llevamos puesta en la vida!

Juanito y las dos mujeres, después de una hora de espera viendo las entradas y salidas de los clientes, que andaban con aire discreto, como influidos por aquel ambiente de seráfica calma, fueron admitidos a la presencia del gran hombre. Atravesaron la oficina, donde media docena de pobres diablos plumeaban encorvados, levantando la cabeza para lanzar a Tónica una mirada rápida.