United States or Sri Lanka ? Vote for the TOP Country of the Week !


Todo el mundo pensaba que aquello no era anuncio de nada bueno. Sin embargo, aunque muchos sentían un gran temor ante la guerra, aunque las viejas levantaban las manos al cielo implorando a «Jesús, María y José», la mayoría de las personas pensaban en procurarse medios de defensa. En tales circunstancias, Juan Claudio Hullin fue bien acogido en todos lados.

En frente de éste, a la parte del Evangelio, sobre la misma línea de pavimento se levantaban como aparador, ocho gradas de maderaje desnudo hasta rematarse en la pared para asiento de los reos, con proporcionado soslayo que los exponía al registro y curiosidad de casi toda la iglesia.

Levantaban al cielo sus blasones, Que estaban por ser pocos ó ningunos, Escritos del olvido en los borrones. Al dulce murmurar, al oportuno Razonar de las dos, la del asiento, Que en belleza jamas le igualó alguno,

Más impacientes, algunos se levantaban de sus asientos con la servilleta en la mano, y alargaban el pescuezo queriendo distinguir por las ventanas del comedor aquellas islas ante las cuales iban a pasar de largo y de las que hablaban todos como de una tierra de promisión.

Y el padre se arrojó al agua, nadando vigorosamente, mientras el compañero amainaba la vela. Nadó y nadó, pero sus fuerzas casi le abandonaron al convencerse de que el objeto era un remo, un despojo de su barca. Cuando las olas le levantaban, sacaba el cuerpo fuera para ver más lejos. Agua por todas partes.

I esta es la razon de haber existido tantos judíos en España á pesar de las iras de la Inquisicion en los siglos XV, XVI, XVII i XVIII: prueba clarisima de que las persecuciones eran quienes levantaban á muchos para seguir el rito mosáico, puesto que en los reinos estraños ningun cristiano pensaba en ser judío, i en los nuestros habia muchisimos, i no personas de la plebe, sino caballeros i hombres doctisimos en todo género de letras.

Otra vez eran dos fracciones políticas que, bramando de ira, se levantaban en masa, la una contra la otra. ¡Facciosos! gritaba la de la derecha. ¡Pancistas! respondía la de la izquierda.

Pero ese era su pecado: sus ojos grandes, limpios y sencillos, que cada vez que se levantaban, ya sobre Juan, ya sobre otros donde Juan pudiese verlos, se entraban como garfios envenenados por el corazón celoso de Lucía; y aquella hermosura suya, serena y decorosa, que sin encanto no se podía ver, como la de una noche clara. Hasta que una noche: No, Sol, no: quédate aquí.

La mar sube por cima las estrellas; Los cielos hácia abajo se bajaban; Las olas parecia que centellas Por cima de las aguas arrojaban. Lloraban las mugeres y doncellas; Los hombres grande grita levantaban; De sola contricion ya se procura, Que al mar tienen por cierta sepultura.

Las comidas que daba en su casa no tenían rival, como no fuesen las cenas que daba en la de su querida. El mundo, que es siempre indulgente para los hombres, le perdonaba aquel derroche de su vida y de su fortuna. Además, hacía las cosas galantemente, porque sus placeres mundanos no levantaban un eco doloroso en su casa.