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Gran parte de la armada infiel había sido apresada, y el resto huía proa al Levante. ¡Victoria, victoria! sonaba por todas partes. Ya no se oía el estruendo formidable de la artillería. El humo se elevaba lentamente, y se disipaba en los aires. Doscientos veinticuatro bajeles perdieron los musulmanes.

Dobla y dobla lentamente negra campana de hierro que invita con són doliente al entierro. ¡Qué solemnes pensamientos despiertan esos acentos!

Luis se fijó en aquellos labios adorables, que se fruncían para ajustarse al cuello de la botella. Bebía con dificultad. Una gota se escapaba resbalando lentamente por la barbilla redonda y graciosa. Rodaba con pereza, enredándose en la imperceptible película de la epidermis.

Cuando pienso que un viejo fanático y tres mujeres ridículas están hoy en el mundo sólo para mortificarte y asesinar lentamente á la más noble y amable criatura que ha nacido. Si á no me atormentan dijo Clara, cuya atroz inquietud se manifestaba en un llanto entrecortado, que acobardó por un momento al galán aventurero.

¿Pero no tienes criados? Suspiró lentamente, y replicó: No tengo criados. ¿Tu hijo? No tengo hijo. ¿Tu marido?... No tengo marido. Entonces... explícame... ¿Verdad que eres mi Cristeta de mi vida? Eso no lo todavía. Veremos. ¡Habla!

Algo extraño había en el ambiente. ¿Era la esperanza, la vida, el espíritu? No ; pero todos llegaban a cuatro pies, como los animales, conteniendo la respiración para mejor oír. Luisa también se movía lentamente y levantaba la cabeza.

Sin embargo, yo no apercibía en la casa ninguna animación extraordinaria, ningún signo de desorden ó de alarma. Subí la escalera precipitadamente y atravesaba el retrete que comunicaba con el cuarto de mi madre, cuando la puerta se abrió lentamente: mi padre apareció en ella. Me detuve delante de él; estaba muy pálido y sus labios temblaban. Máximo me dijo sin mirarme, tu madre te llama.

La mañana pasábala en San José, y uno de sus placeres era permanecer en el claustro de la iglesia viendo entrar y salir al gentío, gozando de la fresca sombra de los arcos, mientras unos pasos más allá ardía la tierra con la reverberación solar, mecían sus ramas los árboles lentamente, como angustiadas por el calor y el polvo que cubría sus hojas, y el ambiente denso parecía ser mascado antes de descender a los pulmones.

Esta sala es húmeda. Azorín cree percibir aún la sensación de humedad. En el sofá está sentada una señora que se abanica lentamente; en uno de los sillones laterales está un señor vestido con un traje blanquecino, con un cuello a listitas azules, con un sombrero de jipijapa que tiene una estrecha cinta negra.

El Duque seguía enfilando su monocle a todos los rincones, presenciando los preparativos del desfile, con la curiosidad atenta de un inteligente en pintura. Al fin, reparando en el numeroso pelotón que por todas partes los estrechaba, dió orden de marchar, pero lentamente, al paso de los romeros. Quería ver todo aquello, no por hermoso, sino por nuevo.