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Aquella tarde fué Rita a Rucanto, impaciente por ver a su niña y saber si era cierto que estaba tan contenta como el médico había dicho. Encontró abierta la casa, y a su llamada nadie respondía. Fué subiendo la escalera lentamente y se deslizó un poco azorada por los pasillos.

Subía la avenida del parque lentamente, abstraída, cuando sintió caminar a alguien detrás de ella. Maquinalmente se dio vuelta y no pudo reprimir una exclamación de sorpresa al apercibir a Huberto. ¿Usted? , todavía yo.

El marqués exponía las observaciones de su sabiduría, adquirida en interminables cabalgadas por la llanura andaluza, desierta, inmensa, de dilatados horizontes, como un mar de tierra, en el que eran los toros a modo de adormecidos tiburones que marchaban lentamente entre las oleadas de hierbajos.

No quiero decir que las mudan de en uno en otro ser realmente, sino que lo parece, como lo mostró la experiencia en la transformación de Dulcinea, único refugio de mis esperanzas. En esto, el barco, entrado en la mitad de la corriente del río, comenzó a caminar no tan lentamente como hasta allí.

En el eje de aquel túnel que empezaba en luz y se perdía en tinieblas, había una soga tirante, blanca, limpia. Era el trabajo del día y del momento. El cáñamo se retorcía con áspero gemir, enroscándose lentamente sobre mismo.

Tales fueron las impresiones que yo experimenté en día semejante y que me inspiraron las siguientes estrofas: ¡Oh! Cuando toca la campana lentamente. Esparciendo sobre el valle su voz parecida a un gemido. Diríase que es la mano de un ángel quien la mueve. Y que entre la brisa nocturna, derrama sobre la tierra cuanto en él hay de divino. Cuando huyen del campanario las negras golondrinas.

Insistí en que lo averiguásemos, y acercándonos a él, Serrano le sacudió levemente: Oiga V..... ¿es V. D. Pelayo del Castillo? El mendigo se incorporó lentamente y restregándose los ojos y abriéndolos con dificultad a causa de la gran irritación de los párpados, contestó mal humorado: No señor, yo no soy ese Pelayo del Castillo. Serrano se quedó un instante suspenso.

Cristeta viene por lo alto de la calle, vestida como él la soñó. Sus enguantadas manos oprimen un grueso devocionario, sujeto con un elástico rojo, y bajo el tul del velo brillan sus rizos de oro. A cada instante vuelve la cabeza hacia atrás. Entonces, don Juan sonríe con orgullo y se dirige lentamente a la puerta. Al cruzar el despacho, lo inspecciona todo por última vez. Nada falta.

El vapor luminoso que por aquella parte envuelve el paseo, amortiguando los vivos colores de las sombrillas, borrando los elegantes contornos de los caballos, esfumando las facciones de las damas y prestándole a todo aspecto escenográfico, pierde lentamente su brillo y se transforma en un polvo ceniciento que cae del cielo como heraldo de la noche.

Hay ocasiones en que llueve á destajo durante dos ó tres dias consecutivos, cayendo perpendicularmente los chorros de agua sin ser desviados por el menor soplo de viento: otras veces, nubarrones colosales se cruzan en tumulto por las bóvedas etéreas, y cuando llegan á entreabrirse, torrentes de lluvia se desploman con tal ímpetu y abundancia por el espacio de algunas horas, que la tierra se ve cubierta, hasta la altura de un pié, de aguas que se derraman luego muy lentamente.