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Miguel estaba sorprendido y enamorado de aquel retiro silencioso y melancólico que entre las sombras crepusculares tomaba apariencias aún más tristes y fantásticas. La imaginación comenzó a hablarle un lenguaje suave y misterioso.

Apruebo su matrimonio, lo reintegro en su situación de heredero, le devuelvo mi cariño y me preparo á rivalizar contigo en ternura para la joven pareja. ¡Dios mío! exclamó Clementina levantando los brazos con estupor; ¿qué es lo que oigo? Lo que oyes, querida prima, es el lenguaje de la sana razón.

La canción era un conjunto de oraciones en verso, extravagantes, compuestas por los bogas y usadas siempre en todo novenario; y el estribillo, tan incomprensible en su lenguaje como enérgico en su entonación, se componía de una especie de cuarteta de versos de seis silabas.

Sostenedme con flores y acompañadme con manzanas, porque desfallezco de mal de amores. ¡Oh, qué lenguaje tan divino es éste para mi propósito! ¿Cómo, esposa santa, mataos la suavidad? Porque, según he sabido algunas veces, es tan excesiva, que deshace el alma de manera que no parece ya la hay para vivir y pedir flores.

Por Dios, no seas retrechera; déjame entrar, déjame entrar, encanto de mis ojos. ¡Cielo santo y qué cosas dice vuecencia! ¡Qué lenguaje emplea! Ese debe de ser «el mal lenguaje del demonio», del que tanto habla el venerable padre maestro fray Juan de Avila en un libro que me hace leer mi señora doña Inés para prepararme a monja. ¿Y quieres serlo? Allá lo veremos.

Cecilia le respondió fríamente con las menos palabras posibles. ¡Pobre Gonzalo! ¡Si supiese que aquella mujer traidora por quien preguntaba, lejos de estar arrepentida, se revolvía con furia contra su familia, cubriéndolos a todos de dicterios, amenazándoles con entregarse al primer hombre en cuanto saliese de la prisión, escandalizando con su soberbia y lenguaje procaz a la superiora del convento!

Con aquel lenguaje mudo decía claramente el infantil ejército: «¡Ya somos hombres!». ¡Cuántas pupilas negras brillaban en el enjambre con destellos de genio y chispazos de iniciativa! ¡En cuántas actitudes se observaban pinitos de fiereza! ¡Allí la envidia, aquí la generosidad, no lejos el mando, más allá el servilismo, claros embriones de egoísmo en todas partes!

Los nombres nunca la habían visto más seductora, y hay que añadir que nunca creyeron que fuese tan coqueta; pues lo era, y tenía a más en aquel arte, nuevo para ella, la inconsciencia de una principianta que no conocía todavía lo justo de la medida. Las vivacidades de su conducta y de su lenguaje sobrepasaban algunas veces al nivel que separa a las gentes de buena sociedad de la mala.

Un hombre corpulento, de unos cincuenta y cinco años, robusto y rosado, lleno de salud y de vida, con una fisonomía admirablemente honrada, una risa franca y llena de benevolencia, una mirada cordial, y una conversacion en que se confundia la sencillez del lenguaje con el aticísmo del estilo y la solidez de las observaciones.

Estos cuatro grupos, que son en realidad cuatro pueblos diferentes, tienen dentro de mismos discordancias mas ó ménos sensibles por razon de la topografía, el lenguaje y las tradiciones y costumbres. Pero en el fondo tienen una evidente analogía en todo, que justifica la clasificación indicada.