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De pequeña había oído hablar a sus padres, siempre con cierto respeto, de aquel pariente extraordinario que corría lejanas tierras. Lo recordaba como una vaga sombra atravesando su amorosa embriaguez, cuando pasó unos cuantos días en la catedral, antes de establecerse en Barcelona, asombrándolos a todos con las relaciones de sus viajes y sus costumbres de extranjero.

En torno del kiosco de la orquesta había una masa de suaves colores, formada por los sombreros femeninos, los trajes primaverales, los inquietos abanicos. Frente á las terrazas se extendía el mar entre promontorios color de rosa. Las velas lejanas parecían arder, enrojecidas por el sol moribundo.

El buen señor no quiere todavía soltar su presa enteramente y me ha escogido para hacer sus veces mediante un poco de dinero y lejanas esperanzas. Pero estoy encantado, porque, si lo hago bien, y lo procuraré con todas mis fuerzas, estaré designado para sucederle un día. Y vuelvo a mi viaje, que te va a hacer mucha gracia. Figúrate que esta mañana una esquela de Lacante me llama a su lado.

Los viajeros de lejanas tierras, los príncipes, los embajadores, los traficantes, peregrinos, teólogos y poetas mas familiarizados con las construcciones de aquella especie, todos reconocian no haber visto nada comparable en el mundo.

Algunos de ellos, á pesar de sus declamaciones contra el derecho de propiedad y contra las desigualdades de clase, lo que más apreciaban en Olga era su origen. Les producía confusión y orgullo á la vez pensar que eran amigos y protectores de una hija de gran familia de la capital, cuando hacía pocos años figuraban aún como jornaleros del campo ó vagabundos en lejanas provincias.

Te creía muerto, Gabriel, en esas tierras lejanas, y más de una vez he rezado por tu pobre alma, que bien lo necesita. El compañero mostraba en sus ojos el agradecimiento por estas palabras. Gracias, Esteban. Admiro tu fe, pero cree que no he salido tan bien como te imaginas de aquella aventura sombría. Mejor hubiese sido morir.

Quiso hablar de su Nina, y dijo mil disparates. Como se oye un rumor de lejanas disputas, de las cuales sólo se perciben sílabas y voces sueltas, oía que Frasquito y los otros dos señores hablaban del asunto; creyó entender que la fugitiva parecería, que ya se había encontrado el rastro, pero nada más... Los tres hombres estaban en pie, el notario junto a Cedrón.

Un hombre pasional e imaginativo ama a las bellas mujeres, los viajes por las tierras fabulosas y lejanas, las obras de arte, los libros inmortales. Y sueña con conquistar el oro, que es la palabra misteriosa que abre todos los paraísos y da la serenidad de espíritu necesaria para la contemplación de lo bello.

También él había figurado por unos días como «el torero del porvenir», y la afición sevillana, puestos los ojos en su persona, esperaba que eclipsase a los matadores de otras tierras. Pero esto duró poco. Al volver de su viaje con el prestigio de nebulosas y lejanas hazañas, se agolpó la muchedumbre en la Plaza de Toros de Sevilla para verle matar. Miles de personas se quedaron sin entrada.

Han pasado unas dos horas; oye un ruido de trompetas lejanas que anuncia la elección del nuevo rey. Se pone de pie. Dentro de media hora llegará Gertrudis... Le dicen que la dignidad real ha recaído en su amigo Franz. Escucha eso como en un sueño... ¿Qué le importa?