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Y muy galán que era aquel emperador del cuento, que se metía de noche la barba larga en una bolsa de seda azul, para que no lo conocieran, y se iba por las casas de los chinos pobres, repartiendo sacos de arroz y pescado seco, y hablando con los viejos y los niños, y leyendo, en aquellos libros que empiezan por la última página, lo que Confucio dijo de los perezosos, que eran peor que el veneno de las culebras, y lo que dijo de los que aprenden de memoria sin preguntar por qué, que no son leones con alas de paloma, como debe el hombre ser, sino lechones flacos, con la cola de tirabuzón y las orejas caídas, que van donde el porquero les dice que vayan, comiendo y gruñendo.

Señor Gómez Puente dijo al oficial mayor, que adelantó cuchilla y tenedor en mano , ¿qué hacéis? Salpimento unos lechones, señor Francisco contestó el oficial mayor. Muchas gracias, señor Gómez dijo Montiño. ¿De qué, señor Francisco? dijo el oficial mayor. Todo está en orden, todo limpio, todo á punto; parece que no he faltado yo de las cocinas. Vos nos tenéis acostumbrados á trabajar bien.

Cuando iba el Cojuelo refiriendo esto, llegaron a la Plaza Mayor de Ecija, que es la más insigne del Andalucía, y junto a una fuente que tiene en medio del jaspe, con cuatro ninfas gigantas de alabastro derramando lanzas de cristal , estaban unos ciegos sobre un banco, de pies, y mucha gente de capa parda de auditorio, cantando la relación muy verdadera que trataba de cómo una maldita dueña se había hecho preñada del diablo, y que por permisión de Dios había parido una manada de lechones, con un romance de don Alvaro de Luna y una letrilla contra los demonios, que decía: «Lucifer tiene muermo, Satanás, sarna, y el Diablo Cojuelo tiene almorranas.

Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta: todos limpios, todos diligentes y todos contentos. En el dilatado vientre del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones, que, cosidos por encima, servían de darle sabor y enternecerle. Las especias de diversas suertes no parecía haberlas comprado por libras, sino por arrobas, y todas estaban de manifiesto en una grande arca.

La falta de pan suplen los portugueses con farinha do pao, ó cazave. Hay en Cuyabá algun ganado vacuno, aunque poco. En el Xaurú les compró D. Manuel Flores algunas vacas para la gente de los barcos, y pagó veinte pesos por cada una. De lechones y caza hay mas abundancia. Navegacion que hacen los portugueses del Brasil á Cuyabá.