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Encontróse, al cabo, en un apartado gabinete del Veloz, a un viejo con grandes patillas canas y una cabellera blanca y espesísima, más digna de coronar la frente del rey Lear que aquel rostro encarnado y granujiento en que había dejado impresa su huella todos los vicios.

De repente, sonaron hacia el fondo del teatro pasos importunos, que hacían crujir las tablas del escenario; furioso Butrón volvióse agitando las manos extendidas e interpelando en colérico sotto voce al imprudente, como al bueno de Kent el rey Lear: ¡Despacio, demonio, despacio!...

Nacido en Alemania, se habia distinguido en la guerra de la Independencia y en la batalla de Chacabuco, mandaba un batallon de infantería con el cual contribuyó al éxito de la victoria. Por los llanos inmensos de la Pampa Vaga Castelli triste y silencioso. Segun algunos, Castelli murió insensato, como el Rey Lear, sintiendo las angustias de un corazon magnánimo devastado por el infortunio.

En vano su hija le daba tormento doméstico para convertirle. Sólo conseguía hacerle llorar desesperado, como el infeliz rey Lear, o que montase en cólera y le arrojase a la cabeza algún trasto. Ella pasaba plaza de mártir, pero el mártir era él. Como don Santos había sospechado, Celestina no quiso darle , ni tila, ni nada; no había nada.

Inútil es representar alguna vez buenas obras, y hacer lo mismo en seguida con los miserables engendros dramáticos cuotidianos, El Rey Lear una noche, por ejemplo, y á la siguiente, servir otro manjar de puro aparato, repugnante al buen sentido, inventado por el gastrónomo Bremer y preparado para la escena por Birch-Pfeiffer, ó dramatizaciones aún más despreciables de las malas novelas francesas, que manchan ahora nuestra escena avergonzando á todo buen alemán, porque la impresión bienhechora de la primera quedará anulada, doble y triplemente, por el efecto perjudicial de las últimas.

Barinaga moría hablando, pero sin saber lo que decía; sus frases eran incoherentes; mezclaba su odio al Magistral con las quejas contra su hija. Unas veces se lamentaba como el rey Lear y otras blasfemaba como un carretero. Y diga usted, señor Foja, ¿hay arriba algún cura? Dicen que ha venido el mismo Magistral.... ¿El Magistral? ¡No faltaba más!

Algunas de esas «huellas» que la realidad dejó en la formación ó ideación de un personaje escénico, han pasado á la historia. Garrick declara en sus «Memorias» que los gritos, muecas y lívida desesperación de cierto amigo suyo que perdió el juicio porque una hija de dos años se le había caído á la calle desde un balcón, le sirvieron después para componer el borrascoso carácter del «rey Lear».