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El mar se aleja en una inmensa mancha verde; se mueven, suavemente balanceados, los barcos; las grúas suenan con ruido de cadenas; chirrían las poleas; se desliza rápido, en la lejanía, un laúd con su vela latina y sus dos foques. Y rasga los aires una bocina ronca con tres silbidos largos y luego con tres silbidos breves. Sale un vapor.

Al rayo de la luna que cruza solitaria del infinito espacio por la region azul, yo elevo á los que fueron mi lánguida plegaria, y rompe de sus tumbas la losa funeraria el canto que suspira gimiendo mi laud.

Véase el martirio de la virgen Flora, acaecido en noviembre del mismo año. Aunque muy mal dicho. Esta proposicion no se demuestra facilmente en una sencilla nota. Zaryab mejoró el antiguo laud aumentándole una cuerda.

En el hondo negror de tus guedejas la Noche obscura distendió su manto, esa deidad que sorprendió mi llanto más de una vez en tus doradas rejas. Ven, y no tardes más. Dios ha querido que fueras la paloma que convida a las ternezas místicas del nido, y yo, un fuerte soldado apolonida, que, recogiendo mi pendón caído, con la espada y laud, te la vida. Julio, 1919.

El mísero laúd antojábasele al muchacho un navío almirante, un buque encantado, navegando por el mar de la abundancia. La cena de aquella noche era la primera cena seria que había hecho en su vida.

-No quiero yo decir -respondió don Quijote- que ésta sea aventura del todo, sino principio della; que por aquí se comienzan las aventuras. Pero escucha, que, a lo que parece, templando está un laúd o vigüela, y, según escupe y se desembaraza el pecho, debe de prepararse para cantar algo. -A buena fe que es así -respondió Sancho-, y que debe de ser caballero enamorado.

Es que hoy celebran tu día ¡oh, mi madre cariñosa! con su perfume la rosa y el ave con su armonía. Y la fuente rumorosa, en este día felice, con su murmullo te dice que vivas siempre gozosa. Y, de esa fuente al rumor, oye la primera nota, que ahora de mi laud brota al impulso de mi amor.

Pero no, no impunemente gozarás de tu traición; yo partiré el corazón de ese rival insolente. ¡Tus lágrimas! ¿Yo creer pudiera, Leonor, en ellas cuando con tiernas palabras a otro halagabas ayer? ¡No te vi yo mismo, di! LEONOR. , pero juzgué engañada que eras , con voz pausada cantar una trova . Era tu voz, tu laúd; era el canto seductor de un amante trovador lleno de tierna inquietud.

Los árabes, aficionados á simbolizarlo todo, decian que las cuerdas del laud representaban, la primera, que era amarilla, la bilis; la segunda, que era encarnada, la sangre; la tercera, blanca, la linfa; la cuarta, negra, los malos humores. Zaryab añadió una quinta cuerda entre la segunda y la tercera, que correspondia al alma. Véase Al-Makkarí, cap. IV, lib. Véase la nota 2, pág. 98.

El poeta Ibn-Hazm conoció a su amada, siendo niña, en el palacio de su padre, donde estaba recibiendo educación. Su amada era hermosa, discreta y modesta; pero orgullosa y reservada. Su modo de pensar era muy severo y no mostraba inclinación por los vanos deleites, aunque tocaba el laúd admirablemente. El poeta, de la misma edad que ella, buscaba en vano ocasión de hablarla sin testigos. Una vez, en cierta fiesta que se daba en su palacio, las damas se reunieron por la tarde en un pabellón desde donde se gozaba una magnífica vista de Córdoba. Ibn-Hazm fue con ellas y se acercó al hueco de una ventana donde se encontraba la joven. Apenas le vio ésta a su lado, se huyó con graciosa ligereza hacia otra parte del pabellón.