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Ahí está Chisco, más animoso y ufano aún que entonces, porque ha mejorado fortuna, y doblemente apegado a usted por las larguezas que con él ha tenido; ahí está Chorcos suspirando todavía, aunque no tanto como por la hija de Facia, por aquellas aventuras montaraces, y aquellos tragos de licor tan confortantes, y aquellos agasajos tan frecuentes... y aquí estoy yo, finalmente, para cuando quiera disponer de ; y lo mismo le dirá don Sabas de propio, y cada uno de los habitantes de este pueblo... Otro ejemplo más.

Ahora, durante sus relaciones con Baltasar, trabajaba más que nunca y se vestía lo mejor posible, para hacer creer que el señorito de Sobrado era con ella dadivoso. Se regocijaba interiormente de que la sostuviesen sus ágiles dedos, mientras el barrio le envidiaba larguezas que no recibía: es más, que rechazaría con desdén si se las ofrecieran.

Valga por compensación de esta flaqueza, la mortificación que sentía con los temores de que no fuera tan desinteresada como yo creía la gratitud cariñosa con que respondía mi corazón a las larguezas y distinciones de mi tío.

Eran pobres lo mismo que al llegar; más aún, pues Robledo no iba á pagarles igualmente su viaje de regreso. ¿Adónde dirigirse, si su esposo había huído de París y allá le esperaba la Justicia? Pensó con miedo en la prolongación de su vida en la Presa. Había resultado tolerable hasta el presente por las larguezas de Pirovani y la rivalidad de éste con los otros.

Solía llevar a San Juan y Mendoza arreos de ganado de la estancia paterna, que tenían siempre la misma suerte; porque en Facundo era el juego una pasión feroz, ardiente, que le resecaba las entrañas. Estas adquisiciones y pérdidas sucesivas debieron cansar las larguezas paternales, porque al fin interrumpió toda relación amigable con su familia.

¡Bah! son cosas de jóvenes; yo he sido así respondía a los reproches agridulces de su hermana con más pesar que arrepentimiento. Gracias a sus larguezas, el joven, agregado a la embajada de Londres, pudo hacer anchamente la gran vida inglesa, hasta el punto de que su salud se resintió y tuvo que pedir una licencia prolongada.

No hay en ellas nada de depresivo para ti... Por otra parte, nada tampoco tengo que decir de tu comportamiento personal... Es irreprochable... Y no ignoro que eres, por tu nacimiento y tus particulares prendas, digna de mi sobrino... Y aun ve si soy sincera: añado que, a mi entender, Pedro, al menos hasta ahora, no piensa en ti más de lo que piensas en él... Pero, al cabo, es deber de una madre... ¿no soy yo como una madre para ti?... es deber de una madre prever aun lo imposible cuando entra en juego el interés y la dicha de sus hijos... ¡ bastante generosa para escucharme hasta el fin!... Pues bien, si alguna vez pudiese entrar en la cabeza de mi sobrino y ceder a la tentación del atractivo que el fruto prohibido tiene para los vividores hastiados como él, me creeré en la imperiosa obligación de oponerme, por todos los medios posibles a la realización de su capricho... Voy, hija mía, a ponerte al corriente de nuestros secretillos de familia. ¡Tan grande es la confianza que me inspiras!... Mi sobrino Pedro no tiene sino... una insignificante fortuna, que basta apenas, aun sumadas las larguezas que yo agrego, que basta apenas, decía, a persona de su nombre y aficiones, para llevar pasablemente y con cierto decoro su vida no ejemplar de soltero... Supón que en una hora de locura se case con una muchacha sin dote... es la estrechez... la miseria... y, lo que es peor, a la larga un detestable hogar... porque mi sobrino, ya su capricho satisfecho, concluiría por tomar aborrecimiento a la mujer que lo habría reducido a una premiosa existencia... Verdad que hasta ahora es el heredero de mi fortuna, mas en primer lugar no he muerto... y puedo vivir todavía muy bien una treintena de años.

También me acompañaban entonces Chisco y Pito Salces; pero más respetuosos y hasta más serviciales, aunque parezca esto mentira, que la otra vez, cuando yo no era amo y señor de la casona, ni había tenido ocasión de mostrar ciertas larguezas que Chisco no olvidaba un punto por lo que a él le tocaba, ni Pito Salces por lo que atañía a la mozona de sus pensamientos.

Para sus nuevas nupcias con doña Úrsula Ramisi Bravo de Laguna , el mencionado Conde le hizo donación de cuatrocientos ducados, amén de señalarle una pensión anual vitalicia de otros doscientos; pero estas larguezas de los grandes de antaño eran comúnmente más nominales que efectivas, porque a la hora de cobrar tan endeudados andaban de ordinario solían desvanecerse como el humo.

Mas como su peculio no bastase para atender a tan numerosas caridades, diose traza para obtener dinero de su padre valiéndose de mil ardides inocentes; un día pidiéndole para una sombrilla, otro para un reloj, otro para un estuche de costura, etcétera. Tanto fue lo que abusó, no obstante, que don Mariano sospechó la verdad y señaló un límite a sus larguezas.