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Cuando éste ordenaba a la tripulación, ágil y maligna como una tropa de monos, «Larga escota», los demonios juguetones aferraban las velas del trinquete y de la mesana. Y cuando mandaba «Iza», ellos amainaban.

El constante ejercicio de las armas y las penalidades de su pasada vida de soldado lo habían conservado vigoroso y activo como siempre; era delgado de rostro, de color moreno y llevaba el retorcido bigote y larga perilla que por entonces estaban en boga entre los caballeros del ejército.

Ha hecho larga provisión de guantes, papel rosado, confites para sus amigas, esencias finas, jabones extraordinarios, pinceles pequeños, cosas todas muy útiles sin duda, pero que lo son mucho menos que una comida. ¡Quiera Dios, lo ignore siempre! A las seis estaba en la calle Cassette, casa del señor Laubepin.

El tamborilero, con su redondo instrumento acostado en una rodilla, golpeaba el parche cadenciosamente, mientras su compañero soplaba en la larga flauta de madera, adornada con tallas de primitiva rudeza hechas a cuchillo. El Capellanet repicaba las castañolas, enormes como las conchas que cogía en la playa el tío Ventolera.

Fuéle respondido por el capitán negro: Vuestra nariz es larga, y la nuestra chata; vuestro cabello es liso, y nuestra lana riza; vuestra cutis es de color ceniciento, y la nuestra de color de ébano; por consiguiente, en virtud de las sacrosantas leyes de naturaleza, siempre debemos ser enemigos.

Ansí estaba yo a la puerta, mirando y considerando estas cosas y otras muchas, hasta que el señor mi amo traspuso la larga y angosta calle, y como lo vi trasponer, tornéme a entrar en casa, y en un credo la anduve toda, alto y bajo, sin hacer represa ni hallar en qué.

Pero de lo que queda en pie, de cuanto se ve o se toca, nada hay que no tenga una pintura finísima de curvas bellas, o una escultura noble, de nariz recta y barba larga.

Este belitre iba á estorbar con su presencia el deseado encuentro; tal vez se mantenía á su lado por el deseo de ver y saber... Y aprovechando una de sus rápidas ausencias, Ulises se alejó por la larga vía Partenope, siguiendo la baranda que da sobre el mar, fingiendo interesarse por todo lo que encontraba, pero sin perder de vista la puerta del hotel.

Al Norte, el Océano golpea sus muros; al Sud, lagunas impracticables; al Oeste, rocas cortadas a pico; pero al Este... ¡ah! al Este, una bella pradera verde, atravesada por un riachuelo que serpentea y brilla al sol como una larga cinta plateada; y luego, las violetas y las clemátides que perfuman sus bordes, las palmeras de largas flechas y los almendros que dan sombra.

Currita salió a su encuentro, andando lentamente, diciendo con mucha displicencia: ¿Sabes que me encuentro mala... y sería lo mejor dejarlo?... Creyéronla todos, porque aparecía su rostro pálido y alterado, y decidióse entonces salir al punto para Zumárraga y descansar allí en la fonda una hora larga, antes de que el tren llegase.