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En el fondo reposan la enorme serpiente enroscada al pié del peñasco, en medio de la hojarasca; el terrible león dormido á la entrada de su gruta sombría; la pantera lamiendo tranquilamente á sus cachorros, con la voluptuosidad del calor de aquel clima de fuego, a la sombra del árbol indostánico.

Una antigua oración de los indios dice: «Lamiendo los montes es como ha formado los campos la roca celestial, es decir, la lluvia del cieloAnte nuestros propios ojos continúa el trabajo de denudación de las rocas con asombrosa actividad. Hay montañas compuestas de materiales poco coherentes que vemos fundirse y disolverse, digámoslo así.

Cuando las grandes mareas alcanzaría hasta media legua, lamiendo las faldas de las colinas cubiertas de pinos que a uno y otro lado cerraban la cuenca. En la hora de bajamar el agua se retiraba por completo, dejando apenas un hilo estrecho y retorcido que corría por el centro.

El rio Magdalena, la grande arteria del comercio de Nueva Granada, despues de haber traído por algunas leguas la direccion de S. E. á O., pierde repentinamente su mansedumbre, se estrecha entre las altas rocas de dos serranías paralelas, y torciendo directamente al norte se lanza por entre raudales pedregosos, coronado de espuma, bramando como la gran mole de una catarata, y, como fatigado de ese descenso tormentoso, va á reposarse, una legua mas abajo, lamiendo suavemente las anchas playas de la Bodega.

¡Más todavía, hombre? exclamó Bermúdez, queriendo clavar las uñas en la brazola . Y ¿por qué? Porque voy a preparar la virada, dando mayor andar al barco. Dicho esto, metió la caña a estribor; con lo cual, presentando el Flash mayor superficie al viento, recibió mayor impulso de él; y el festón espumoso que andaba lamiendo por fuera el carel de babor, le echó unas cuantas lengüetadas por adentro.

El, que en casa de Cooper coleaba ante la mandioca simplemente cocida, para no ofender a su amo, y olfateaba por tres o cuatro lados el locro, para no quebrar del todo con la cocinera, conoció la angustia de los ojos brillantes y fijos en el amo que come, para concluir lamiendo el plato que sus tres compañeros habían pulido ya, esperando ansiosamente el puñado de maíz sancochado que les daban cada día.

Pasada la taberna, la muchacha corría y corría, creyendo que alguien iba á sus alcances, esperando sentir en su falda el tirón de una zarpa poderosa. No se serenaba hasta escuchar el ladrido del perro de su barraca, aquel animal feísimo, que por antítesis sin duda era llamado Lucero, y el cual la recibía en medio del camino con cabriolas, lamiendo sus manos.

El Tajo, llegando al norte de la ciudad y al oriente de ese istmo, se precipita como un torrente en la abra profunda que separa la montaña de la ciudad del cordon rocalloso del E.S.E.; rodea la basa gigantesca de Toledo, haciendo un círculo casi completo, y vuelve sobre el norte, como á buscar su propio cauce, lamiendo al poniente los cimientos graníticos del istmo que liga la península fluvial de Toledo con los cordones de cerros del N.O.

Majestuosamente sentado sobre sus cuatro remos, el perrazo negro presenciaba con atención solemne aquel acto, retratando en sus pupilas de endrina la llama movible que se comía, sin hartarse, las páginas del ignorado drama. Cuando la llama se extinguía, lamiendo las últimas cenizas, Saúl bostezó con soberano fastidio. Y no hubo más.

Y mientras tanto el cielo, llorando incesantemente por sus innumerables ojos; el río hinchándose de rugiente cólera, lamiendo con sus lenguas rojas la entrada de las calles bajas, asomábase a los huertos de las orillas y penetraba por entre los naranjos, después de abrir agujeros en los setos y en las tapias. La única preocupación era si llovería al mismo tiempo en las montañas de Cuenca.