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La vuelta Garay, con gran recelo Que venga el enemigo con pujanza: Lamentan los cautivos aquel duelo, Y suerte miserable y mala andanza, Al gran Tapui Guazù llega de un vuelo A sale de viejas una danza, La victoria con cantos celebrando, Y la gente vencida lamentando.

Hasta figurándome la mezquita integra, en todo su esplendor, sin templo cristiano en su centro y tal como estaba en la época de los Abderramanes, sin la pared que la limita ahora hacia el patio de los Naranjos, y dejándose ver desde él toda la longitud de las diecinueve calles, alumbradas por lámparas de plata y oro, y hasta figurándome además en todo su esplendor y belleza los primorosos mosaicos, alicatados y dibujos de la capilla del Mihrab, yo hallo, y he de confesarlo aquí, aunque se pongan las manos en la cabeza los que me lean, que me parece más hermoso, más digno, más artístico el templo cristiano que se levanta ahora en medio de la mezquita y que tantas y tantas personas lamentan el que allí se haya levantado.

Se la ve en todas partes, y á pesar de esto, los heridos lamentan su ausencia. «Que venga la señorita Julieta....» Es el médico moral de esta casa. En muchos casos vale más que nosotros. Ella y su pobre hermana han realizado estupendas curaciones.

Verdad es, dixo el abate, pero se ríen dándose al diablo; se lamentan de todo dando careajadas de risa; y riéndose se cometen las mas detestables acciones. ¿Quién es, dixo Candido, aquel marrano que tan mal hablaba de la tragedia que tanto me ha hecho llorar, y de los actores que tanto gusto me han dado?

De todas estas farsas la más graciosa es la que se titula De quem tem farelos. La escena es en la montaña, delante de un molino. Dos criados bribones, portugués el uno y español el otro, se lamentan juntos de los sinsabores que ambos sufren al servicio de sus dueños.

No ha dejado más que cinco o seis duros y sus muebles, porque todo lo repartía de limosna. Con su muerte habrían quedado aquí huérfanos los pobres, si Pepita no viviese. Mucho lamentan todos en el lugar la muerte del padre vicario; y no faltan personas que le dan por santo verdadero y merecedor de estar en los altares, atribuyéndole milagros.

10 Estando lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte ciudad; porque en una hora vino tu juicio! 11 Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella; porque ninguno compra más sus mercaderías:

Yo no como me avendré con ellos, Los puestos se lamentan, los no puestos Gritan, yo tiemblo destos y de aquellos. , señor, que eres dios, dales los puestos Que piden sus ingenios: llama, y nombra Los que fueren mas habiles y prestos. Y porque el turbio miedo que me asombra, No me acabe, acabada esta contienda, Cubreme con tu manto y con tu sombra.

Lamentan algunas personas, pero yo no puedo menos de aplaudirlo en vez de lamentarlo, que el señor obispo haya prohibido desde hace mucho tiempo que salga en las procesiones otro personaje que salía antes, mil veces más cómico que Longino. Era este personaje José, el hijo de Jacob, porque, según decía el vulgo, no era ni fu ni fa.

Es indudable que hay desventuras y venturas, triunfos y derrotas, dolores y placeres grandísimos que en la vida real se lamentan ó se celebran; pero sobre los cuales hay que pasar con rapidez en la representación artística, si no queremos hacer reir con ellos.