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Pero Gallardo y don José, que fumaban al otro lado de la mesa, con la copa de coñac al alcance de la mano, tenían ganas de hacer hablar al Nacional para reírse de sus ideas, y le azuzaban insultando a don Joselito: un embustero que trastornaba a los ignorantes como él.

Pero sea de ello lo que fuere, ese sentimiento mío tiene su lado moral.

Allí se cierra y sólo por una estrecha abertura se comunica con Sobrescobio y Caso. La juventud de las cuatro últimas rivalizaba desde tiempo inmemorial en gentileza y en ánimo. De un lado Entralgo y Villoria: del otro, Lorío y Condado.

Desde allí nos fuimos al Palacio de Monterey, del cual ya he dicho que sirvió de modelo para el Pabellón Español edificado en la Exposición de París de 1867. Del tal Palacio no existe, ni creo que haya existido nunca, más que un lado ó ala, con dos torres, bien que estén construídos los arranques de los otros lados.

30 De los hebronitas, Hasabías y sus hermanos, hombres de valor, [que eran] mil setecientos, presidían a Israel al otro lado del Jordán, al occidente, en toda la obra del SE

La Gorgheggi era mucho más alta que Emma, y esta, a su lado, sentía como una protección varonil que la encantaba; además, aquello de ver de cerca, tan de cerca, lo que estaba hecho para que todo el pueblo lo mirase y lo admirase de lejos, la envanecía, y satisfacía una extraña curiosidad; la envanecía más el pensar que a ella sola, a Emma, se consagraban ahora aquellas sonrisas, aquellas miradas, aquellas palabras, que eran ordinariamente del dominio público.

En primer lugar, como ya dijimos, esas potencias ideales, á las que siguen otras en diversas gradaciones y de menor significación en general; pero con frecuencia de una manera tan decisiva, y forman de tal modo con sus trazos más vigorosos el fondo de los caracteres, que á su lado desaparece el individuo por completo.

Tiene su cuchillo al lado -pues la precaución es güena-, freno y rebenque a la mano, y, teniendo el pingo cerca, que pa asigurarlo bien la argolla del lazo entierra -aunque el atar con el lazo da del hombre mala idea-, se duerme ansí muy tranquilo todita la noche entera; y si es lejos del camino, como manda la prudencia, mas siguro que en su rancho uno ronca a pierna suelta pues en el suelo no hay chinche y es una cuja camera que no ocasiona disputas y que naides se la niega.

Otros se mantenían en pie detrás del piano, esperando que un compás de silencio les diese tiempo para expresar por medio de exclamaciones reprimidas la admiración que rebosaba de su alma. Sólo muy pocos, bien quistos de la suerte, habían logrado que alguna señora refrenase con la mano, en obsequio suyo, el vuelo exuberante de sus faldas de seda y les hiciese un lugarcito a su lado.

De todo rumbo surge el vibrante grito de los vendedores de diarios que pululan llenando las calles como esas bandadas de avecillas que en el bosque cantan cuando el día llega, y es de admirar el contraste que ofrecen esos pilluelos diligentes y honrados, que a pulmón lleno proclaman su luminosa mercancía, pasando rápidos y sonoros por el lado del «repartidor de diarios» que, silencioso y grave, va echando por entre buzones, celosías y rendijas la doblada hoja impresa que aquéllos pregonan a gritos.