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La agricultura inglesa no tiene rival en Europa, por su irrigacion, su régimen de cultivo, la educacion de las crias, sus instrumentos de labor, sus excelentes abonos, la fecundidad del suelo, la paciente laboriosidad de los obreros y otras circunstancias.

Fuime por las calles de Dios, llegué a la puerta de Guadalajara, y sentéme en un banco de los que tienen en sus puertas los mercaderes. Quiso Dios que llegaron a la tienda dos de las que piden prestado sobre sus caras, tapadas de medio ojo, con su vieja y pajecillo. Preguntaron si había algún terciopelo de labor extraordinaria.

Si bien en los desvanes se siente mucho el calor, la cantidad relativamente escasa de operarias reunidas allí evitaba que la atmósfera se viciase, como en las salas de abajo. Asimismo la labor es más delicada y limpia, los colores más gratos, y hasta parece que la claridad del sol entra más alegre a bañar los muros.

Un año, día por día, servimos á los lectores la paciente labor de Chaves, que era, burla burlando, un pedazo de historia, fragmentaria, anecdótica, concentrada, en que había de todo: desde lo trágico á lo exquisito; desde lo terrible á lo picaresco.

Su constitucion con este carácter data de 1803, ratificada luego por los tratados de 1815. La poblacion vaudense está muy esparcida en los campos y en pequeñas ciudades, aldeas y distritos, circunstancia que explica bien el esmero con que están cultivadas todas las campiñas, graciosamente salpicadas de casas de labor y alegres quintas.

Ella no te lo ha querido decir... y ahora aguanto yo el chubasco... Pues, nada, que la han hecho vigilanta y tiene una guardia por semana, y hoy le toca. ¿Pero vigilanta de qué? De la hermandad. Las muchachas del taller van a las ocho, y a esa hora tiene que estar allí para que no alboroten y para distribuir o recoger labor. Pepe la escuchó asombrado.

El Tarumbo no llevaba nunca labor propia; pero, en cambio, estaba siempre pendiente de la que hacían los demás. Cuando el Topero terminaba un par de abarcas, le traía otro del montón de las que tenía preparadas, y lo mismo hacía con las zapitas de Pepazos y con las banillas o las colodras o las cebillas de los que las necesitaban.

Volvió a pasear por su cuarto y a meditar, pero sobre otro tema diferente. ¿Qué le tocaba hacer a él por de pronto? Porque, aun suponiendo que la gran dificultad se resolviera a su gusto, esa labor no era de pocos días, y Ángel había dejado su negocio con Luz pendiente de una decisión que debía comunicarla al otro día, que ya era hoy para él.

Había que trabajar como los primeros apóstoles del cristianismo, seguros del porvenir, pero sin prisa por ver realizadas sus ideas; puestos los ojos, en la labor del día, sin pensar en los años y los siglos que tardaría en dar su fruto. El ardor del proselitismo le hizo abandonar París a los cinco años.

Por lo mismo, la inspiración del novelista es eminentemente analítica; su labor capital, faena de clasificación y desmonte.