United States or South Korea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tiene razón afirmó la joven prostituta Kravchenko, que seguía la discusión con un interés sostenido . ¡Se divertiría, cantaría, bebería, recibiría hombres, y luego, de la noche a la mañana, a hacer penitencia! No; sería demasiado cómodo. De ese modo, hasta a los mayores pecadores les sería fácil convertirse en santos. El joven abogado la miraba con una atención siempre en aumento.

Las declaraciones de las señoras Pustochkina y Kravchenko, así como las confesiones de Karaulova misma, nos han trazado, de modo elocuente, el camino por donde ha llegado a esta terrible situación. Muchacha inexperta, ingenua, que acaba, acaso, de dejar la aldea, con sus alegrías sencillas e inocentes, cae en manos de un repugnante sátiro, y ve, horrorizada, que ha quedado encinta.

Su amiga no se opone a prestar juramento... ¿Y usted, Kravchenko? ¿Consiente? contestó con voz ronca, masculina, Kravchenko, una mujer alta y gruesa, con sotabarba. ¿Ve usted, Karaulova? Todas están dispuestas a prestar juramento. ¿No cambiará usted de opinión? Karaulova no respondió. ¿No quiere usted? No. Pustochkina le sonrió amistosamente.

Ni mi cuerpo me pertenece; está vendido por tres años, quizá por toda la vida, que no es mucho decir, puesto que nuestra vida es corta. No, no me hable usted de penitencia. No sólo no me arrepiento, sino que no tengo vergüenza ni conciencia. Que me digan que me quede en cueros, y me quedaré. Que me digan que escupa a la cruz, y escupiré. Kravchenko empezó de pronto a llorar.

Además, no recuerdo los nombres. El adjunto del fiscal se sentó, descontento. Entonces ¿no prestará usted juramento? interrogó el presidente a Karaulova. No. ¿Y ustedes? preguntó, dirigiéndose a Kravchenko. Nosotras aceptamos. El tribunal deliberó largamente, hasta invitó al adjunto del fiscal a dar su opinión.