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Era dolor, tristezas y tormentos, El ver poblar las horcas de hambrientos. Aquellos que el huirse no han certado, Juzgaban por no ver camino cierto; Y al perro que hallaban desmandado Mataban: y aun á penas era muerto, Cuando estando cocido ó mal asado, En el hambriento vientre era encubierto, Temiendo que si el dueño lo supiera, La presa de las manos les cogiera.

Los capitanes que le seguían juzgaban imposible la empresa: los sitiados que mandaba Justino de Nassau, se defendieron heroicamente: Mauricio acudiendo en su socorro rompió los diques para anegar el campamento de Espinola: tuvo éste que batirse como soldado al mismo tiempo que mandaba como jefe, hasta que entrada la primavera se rindió la plaza honrosamente, saliendo la guarnición con cajas y banderas.

25 Y escogió Moisés varones de virtud de todo Israel, y los puso por cabezas sobre el pueblo, príncipes sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez. 26 Los cuales juzgaban al pueblo en todo tiempo; el negocio arduo lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo negocio pequeño. 27 Y despidió Moisés a su suegro, y se fue a su tierra.

Los dos le hablaron suspirando de sus enfermedades, que juzgaban incomprensibles, atribuyéndolas á ignorancia de los médicos. Era la consunción que ataca de pronto á las gentes de los países abundantes.

Unos la juzgaban de un modo y otros de otro; pero en general María excitaba vivas simpatías, y en mucha gente, sobre todo entre la plebe, ejercía cierta fascinación, como todo lo que es extraordinario y hasta cierto punto maravilloso. Pasaba por una santa.

Tras ellos la victoria van gozosos Los bárbaros, siguiendo grande trecho: Como corderos mansos temerosos, Los nuestros el huir por gran provecho Juzgaban: mas los indios codiciosos Del interes, curaron muy de hecho A partido venir con los cristianos, Y así se les hinchieron bien las manos.

Mientras tanto, el profesor Flimnap, por medio del texto del inventario, formulaba una opinión decisiva. Este aparato debía guardarse para siempre en la Universidad, á fin de que los sabios se dedicasen á su estudio, si lo juzgaban interesante.

Curiosa seguramente es la anécdota que sigue. Un día se encontraban juntos en la corte Quevedo y Montalbán; estaba expuesto un cuadro de Velázquez, y el Rey y los cortesanos lo examinaban y juzgaban. El cuadro representaba á San Jerónimo, azotado por ángeles por leer libros profanos. Montalbán, por indicación del Rey, improvisó los versos,

No se puede creer el júbilo y gozo que éste tuvo con semejante aviso; y con toda presteza escogió cinco Misioneros antiguos de los Guaranís, con un hermano coadjutor, para que por la banda del Paraguay descubriesen el camino que ya juzgaban se había descubierto por la banda de los Chiquitos.

La animación estaba en los grupos de alborotadores antes citados. «Allí no se respetaba nada ni a nadie» decían los viejos del rincón. Aunque estaban a dos pasos de ellos, rara vez se mezclaban las conversaciones. Los ancianos callaban y juzgaban. ¡Qué atolondramiento! dijo un venerable en voz baja. Observe usted, le respondieron que rara vez hablan de intereses reales de la provincia.