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En París me molestaban de cerca mis acreedores; por eso me vine á Monte-Carlo, y jugué para distraerme y para vivir. «Hay el amor», me decía un viejo académico amigo mío, con intenciones egoístas, para ser el primero en aprovecharse del consejo. ¡Imagínate : el amor-pasión, el amor generoso, como único remedio de las tristezas de la vida, y á estas horas! ¡Ojalá pudiera ser!... Pero me siento vieja; yo tengo dos mil años... eres más joven, pero cuentas siglos también. ¡El amor á nosotros!...

Jugué a menudo con ella, mientras fuimos niños; pero desde hace cuatro años la he perdido de vista. Dicen que es muy linda. ¡Cuánto me gustaría estar en Pavol! exclamé. Nos veríamos con frecuencia. ¿Quién sabe, primita? Tal vez no os agradara, cuando me conocierais más.

Me senté, pues, a la mesa, prometiendo a los demás comensales que pronto los alcanzaría; pero por más que hice y por bien que jugué mis mandíbulas, no logré impedir que todos concluyeran antes que yo, y como hacía un día espléndido y figuraba en el programa un paseo por el lago, me manifestaron que salían a dar una vuelta mientras yo terminaba de almorzar y concediéronme diez minutos, asegurándoles yo que aún me sobraría tiempo.

274 Por suerte en aquel momento venía coloriando el alba y yo dije: si me salva la virgen en este apuro, en adelante le juro ser más güeno que una malva. 275 Pegué un brinco y entre todos sin miedo me entreveré; hecho ovillo me quedé y ya me cargó una yunta, y por el suelo la punta de mi facón les jugué.

Estos caballeros pensaron establecer un bridge diario. ¡Les hacía falta un cuarto compañero...! Entonces el señor Leplu se mostró muy amable y me dirigió la palabra; al cabo de cinco minutos ya éramos amigos; me preguntó: «¿Sabe usted jugar al bridgeContesté afirmativamente. Nos sentamos a la mesa. Cometí falta tras falta y perdí cinco luises. ¡Espérese...! Al día siguiente jugué también.

Me recomieron los triunfos Que en los dos fallos jugué, Me asentaron los chiquitos Y me fallaron el rey. ¿Y esta discusión gráfica, después de que el enterrador se la lleva?: .........Si yo he podido Agachármele a su tres! ¡No, señor, con un triunfito De los míos que tenga usted! ¡O que usted vuelva sus bastos! ¡O que no vuelva a oros él!... ¡Es puesta! Le doy codillo!... ¡Si era más grande!

créeme; si ganamos a doña Lupe, todos los demás bajarán la cabeza, incluso tu marido. Doña Lupe es la que manda allí, y peor para ellos si no mandara. ¡Oh!, yo dudo mucho que quieran... Les jugué una partida muy serrana afirmó ella, gozosa de encontrar un argumento contra aquel plan tan contrario a su gusto , pero muy serrana. Lo que yo hice es de eso que no se perdona.

Mas no es esto todo; de otra cosa quería hablarte, y me alegro de que hayas venido. No se trata tan sólo de que no me ame, y coquetee con el primero que se presenta, pues tal vez jugué su amor y lo perdí, como hice con todo lo demás en la Magnolia, y acaso la coquetería es natural en ciertas mujeres; esto no sería grave, sino para los bobos que se dejaran seducir.

El deseo de salir de una situación semejante y el mal ejemplo me arrastraron, y jugué, jugué lo que tenía y lo que no tenía. ¡Ochenta mil nacionales! ¿de dónde sacarlos? Mi alma al diablo vendería. ¡Que venga el diluvio! ¡Ojalá! Calló el joven pálido y los dos hombres se miraron, entristecidos.

Mi padre le contestó por medio de una seña, y desde aquel día quedaron sus relaciones establecidas: después fueron éstas, ensanchándose más cada día. Como quiera que mi padre había sido arcabucero de caballería, guardaba en casa una arco con sus flechas correspondientes: recuerdo que en mi infancia jugué muchas veces con ellas.