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Porque estas dos damas fueron caprichosas pervertidas, y estaban cansadas de darse a quien quisiera disfrutarlas; mas Cristeta era la juventud no estrenada, la belleza por nadie poseída, que espontáneamente se le brindaban en el silencio de la noche, como en la soledad de un campo se ofrecen al sediento peregrino los jugosos racimos de la vid.

Poco a poco, a impulsos del hacha y de la sierra, fueron desapareciendo los copudos y grandes castaños de hojas anchas y frescas con sus torsos retorcidos de piel rugosa, los gigantescos robles que habían renovado sus hojas picadas más de trescientas veces, los nogales que parecen enormes plantas de albahaca, los jugosos pomares, cuyas ramas se doblan hasta dejar delicadamente el fruto en el suelo, y otros árboles de arraigo y respetabilidad en el país.

No le dijo nada, porque la operación aquella de mascar los jugosos tallos de la escarola absorbía toda su atención. Los gruesos labios le relucían con la pringue, y esta se le escurría por las comisuras de la boca formando un hilo corriente, que hubiera descendido hasta la garganta si los cañones de la mal rapada barba no lo detuvieran.

Abundaban los manchones verdes de las brañas de jugosos pastos, y no era ingrato a la vista el color de otros detalles; pero ¡lo demás!... Aquellos cantos pelados, tan grandes, tan secos, tan esparcidos en todas direcciones; aquella inmensa extensión calva, monda, rapada y desnuda de todo follaje; aquellas nieblas tenaces cerrando todas las salidas y surgiendo de todas las hoyadas; aquellos riscos inaccesibles y fantásticos elevándose sobre todo y por todos lados; aquel cierzo continuo y gemebundo que parecía el espíritu funerario de las grandes necrópolis, llevando consigo los jirones de la niebla como si fueran sudarios arrancados de las tumbas en los senos entenebrecidos de las barrancas; aquellos buitres que me señalaba Chisco, revolando en las alturas; aquel cielo que iba encapotándose poco a poco... todo ello, que era lo más, visto a través de las lentes pesimistas de mis ojos, se imponía al resto, que era, relativamente, muy escaso, y me presentaba toda la superficie del Puerto bajo un aspecto feroz y repulsivo.