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Escribió y dió el Juez Real a todos los veinte y un Reos la sentencia e intimó por su fiscal la sentencia de muerte a vueltas de un garrote y de ser quemados e incinerizados después.

El presidente, frunciendo las cejas, consultó a su colega de la izquierda y se dispuso a hablar; pero cayó en la cuenta de que también debía consultar a su colega de la derecha, y se inclinó hacia él. El juez, sonriendo, hizo con la cabeza un signo de aprobación. Escuche usted dijo el presidente, dirigiéndose a Karaulova . El tribunal ha decidido explicarle a usted su error.

668 Piensen los hombres honrados en la vergüenza y la pena de que tendría el alma llena al verme, ya tan temprano, igual a los que sus manos con el crimen envenenan. 669 Declararon otros dos sobre el caso del dijunto, mas no se aclaró el asunto, y el Juez, por darlas de listo, "Amarrados como un Cristo", nos dijo, "irán todos juntos". 670 "A la justicia ordinaria voy a mandar a los tres."

La razón aducida por el acusador y referida a Ferpierre por el juez de paz, es decir, la maldad de los nihilistas, carecía de valor mientras no se encontrara acompañada de un móvil más particular y eficaz. Destruir una vida por el solo placer de destruirla, no era propio de nihilistas, sino de locos.

Esta conducta acabó de desesperar á Candido; y aunque á la verdad habia padecido otras desgracias mil veces mas crueles, la calma del juez y del patron que le habia robado le exâltaron la cólera, y le ocasionáron una negra melancolía. Presentábase á su mente la maldad humana con toda su disformidad, y solo pensamientos tristes revolvia.

El sacerdote miró, confuso e impotente, al magistrado, que dijo: Karaulova, escuche al sacerdote; él se lo explicará a usted todo. Y el pobre sacerdote siguió: Todos nosotros, señora, somos pecadores. Unos pecamos de palabra; otros, de obra. Dios omnipotente, tan sólo, puede ser juez de nuestra conciencia.

Por el contrario, había por lo menos media docena de testigos que estaban prontos para dirigirse al juez Malam para llevarle pruebas mucho más convincentes que ninguna de las que el tabernero podía dar.

Pacha, investido ya de los poderes civiles, quiso reunir á ellos el desempeño de las funciones religiosas: él era quien bautizaba, quien santificaba los matrimonios y enterraba los muertos, siendo á la vez el cura, el juez y el legislador de su colonia.

Platón vacilaba, no dando a Segunda todo el crédito que esta creía merecer. «Ea, que me voy cargando... y quien va a traer el juez soy yo afirmó el anciano, dando una patada . El chico está donde debe estar, y bien saben que yo no miento. Y si no, pregúntenle a su madre».

A falta de testimonios, solamente la confesión de uno de los dos acusados podía excluir la idea del suicidio; ¡negado el valor de la declaración de la nihilista, y no pudiendo obligar a su compañero a inculparse, el resultado inevitable sería que el juez volviera a afirmarse en la opinión de la muerte voluntaria!